A Adolfo Suarez antes de visitar por primera vez el Palacio del Élyseo, el protocolo español le advirtió que al
Presidente Giscard D´Estaing no se le podía manosear. En las escaleras
principales Suarez le estrechó la mano con firmeza cogiéndole por el codo, tal
cual era su estilo, y lo abrazó como un oso. En la cena de gala le ofrecieron
los mejores vinos franceses y pidió leche, mucha leche. Rechazó todos los
exquisitos manjares, y sólo pidió una
tortilla, eso sí “a la francesa”. Las relaciones con Francia no podían estar en
peor momento. Años después el ministro socialista de Interior, José Barrionuevo, se entrevistaba
con su homólogo francés también socialista y alcalde de Marsella. Barrionuevo
explicaba a su colega que el país vasco
tenía autogobierno, con elecciones
propias, policía autonómica además de una fiscalidad privilegiada. El ministro francés
comentó por lo bajo y en marsellés:”Éste nos está tomando el pelo”.
Ya lo dijo Txomin, extrañamente muerto en Argel: las cosas han
cambiado y la colaboración francesa es inevitable. Cuando Joseba Fernández
Aspurz disparó el martes pasado al gendarme Jean-Serge Nérin, perpetrado en un
garaje de la localidad de Dammarie-les-Lysel´, el tiro le salió por la culata
o sin saberlo le dio una vuelta a la Historia. Para ETA se clausura
el santuario francés y representa un salto cualitativo. ETA había siempre
evitado matar a un policía galo. Hoy Nicolás Sarkozy brama pidiendo 30 años sin
condonación de la pena para quién asesine a uno de sus agentes. Ejemplo para
nosotros. Quid para los etarras que han cometido el peor error de su vida.
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