Benjamín Netanyahu, Primer Ministro de Israel(Likud) dijo tronante
al llegar a Washington que Jerusalén es
la capital israelita desde hace tres mil años y, quitándole la ramita de olivo
a la paloma picassiana de la paz regresando a su país con unas deterioradas relaciones con la
Administración Obama, su constante y primer aliado. No se puede hacer política
con la Biblia y retrotraer la Historia a antes de Cristo. Crear asentamientos
judíos en Jerusalén Este, es darle
argumentos al terrorismo a Hezbolá y
dejar caliente el conflicto de Oriente Próximo y mandar al final de los tiempos
la constitución de un Estado Palestino,
única solución a éste teorema de Fermat. Los laboristas llegaron a ofrecer la
ampliación cartográfica de la municipalidad
de Jerusalén para que en lo que es un baldío los palestinos pudieran erigir su capital.
Era una oferta pícara pero mucho más aceptable que el milenarismo irredento de
Netanyahu.
No todos los políticos israelíes son tan intransigentes. Ehud
Barak antes de ser Primer Ministro por
el laborismo fue Teniente General y
Comandante en Jefe del Ejército. Como comando entró en el Líbano disfrazado de
mujer infiltrándose en las organizaciones terroristas, y participó en la
“Operación Entebbe” rescatando a ciudadanos israelíes secuestrados en Uganda
mediante un legendario golpe aerotransportado, es el soldado más
condecorado de la historia de Israel y licenciado en física y matemáticas por
la Universidad Hebrea de Jerusalén y además en sistemas ingeniero-económicos
por la Universidad de Stamford en Palo Alto de California. No es un militarote.
En el año 2000 Bill Clinton lo
convenció junto a Yasser Arafat para
acudir a Camp David en lo que fue el
mayor acercamiento a la paz entre ambas partes. Las fronteras estaban
delimitadas de Cisjordania, localizados y repartidos los pozos de agua,
establecidas cuotas de inmigración palestina y prometidas ayudas
internacionales al estado emergente. De esto sabe mucho el ministro Moratinos
que fue protagonista colateral. Los informativos televisivos ofrecían las
imágenes de Barak y Arafat abrazándose
para cederse el paso ante la puerta del pabellón de caza mientras Clinton, el
anfitrión, se mataba de la risa como puede. Arafat había “firmado” verbalmente
pero al llegar a Gaza no se atrevió a formalizar el acuerdo ante el extremismo
de sus socios. Poe eso no se sabe si murió de muerte natural o fue envenenado.
Hasta el Príncipe Bandar de Arabia Saudí, veedor de aquellos encuentros y para
nada de sospechoso de pro israelismo acusó a Arafat de haber roto una ocasión
de paz que, como vemos, tardará mucho en repetirse. Ahora quién tiene miedo es
la Jerusalén judía.
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