El empresario uruguayo
Alfredo Echegaray quiere quedarse con el pecio del”Admiral van Graf Spee”
hundido en la bocana del Río de la Plata. Con buen tiempo y aguas claras se
pueden observar aún sus mástiles hundidos, pero no impiden la navegación porque ya son como una boya histórica. El
Graf Spee fue un acorazado de bolsillo pionero en hacer el corso sobre las
rutas británicas en el Atlántico Sur. Gracias a su velocidad se movía entre las
costas desde las costas de Brasil al
Cabo de Buena Esperanza haciendo creer al Almirantazgo que había dos corsarios
por la zona. Los británicos mandaron de regreso a casa a los cruceros Exter,
Ajax y Achilles: toda una flota contra
una mosca huidiza.
El capitán del Graf Spee era un avezado marino,
católico, para nada nazi pero sí un gran caballero naval. En breve tiempo
hundió nueve mercantes ingleses recogiendo a sus respectivas tripulaciones y
desembarcándolas en las costas brasileñas. Procuró y consiguió no matar nunca a nadie y tampoco él tuvo bajas. Tenía un acorazado
de bolsillo pintado y disfrazado como si fuera un circo y por su cubierta paseaba a los marineros travestidos de
señoras empujando falsos carritos de
bebé, radiando en un perfecto inglés y
así se acercaba a sus presas. Subiendo hacia La Plata para repostar con un buque tanque avistó a la
flota inglesa. Un encuentro casual porque al Spee lo estaban buscando por Sudáfrica.
Langsdorff confundió a los cruceros ingleses con destructores, por sus
movimientos y velocidad. Dañó gravísimamente al Ajax, que retiró a Las Malvinas
pero ellos recibieron impactos en la tracción que los obligaron a internarse al
frente de Montevideo. Les dieron 72 horas para salir pero el capitán Hans
Langsdorff prefirió hundir el buque salvando la tripulación. Pese a su profundo
catolicismo, con las cintas de las gorras de sus marineros muertos se pegó un
tiro el su hotel montevideano y escribir antes una carta a su esposa. Está
enterrado en Buenos Aires, también esto es memoria histórica.
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