En la galaxia del
generalato franquista hubo de todo: milicos sin más aferrados a las prebendas
de su uniforme, aliadófilos, monárquicos y falangistas que no fueron otra cosa
que nazis deseosos que España se integrara en la gran aventura europea de Adolf
Hitler. El Teniente General Juan Yague fue de éstos últimos. Pero hay que
reconocer que Francisco Franco los domeñó a todos en procura de sus intereses
de dominio personal como Caudillo indiscutible.
Yague fue un legionario que llegó a ponerse la
camisa azul falangista debajo de la guerrera. Fue amigo personal de José Antonio
Primo de Rivera jefe de la falange y FET JO9NS, Falange Española
Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalistas, que se interprete
como se quiera eran el nazi-fascismo español, bien es cierto que más
Mussoliniano que Hitleriano. El fascismo español no fue racista, o quizás no
tuvo tiempo.
Cuando ocurrió el golpe de
estado del General Mola (“El Director”
que llamaba a Franco Capitán General del Archipiélago, “Miss Canaria 1936” por
sus dudas a sumarse a levantar el
Ejército de África a las 17 del 17 de
Julio de 1936, que fue la orden porque a ésa hora los oficiales abandonan sus
cuarteles. Franco había embarcado a su mujer y a su hija con destino a Francia
con la garantía financiera del banquero mallorquín Juan March, el último pirata
del Mediterráneo, de quién Indalecio Prieto había pronosticado con certeza que o March acababa con la República o éste
terminaba con la Institución.
Juan Yague cruzó el
Estrecho con sus Tercios. El General Queipo de Llanos, casado con una hija de Don Niceto Alcalá
Zamora ex presidente de la República, controlaba Andalucía para los facciosos.
Como Yague era un buen táctico subió rápidamente hacia Extremadura con sus
tropas de choque y desde Badajoz giró noventa grados para alcanzar rápidamente Madrid sin tener
por delante nada más que milicianos. Sus hagiógrafos estiman que en la capital
pacense sólo fusiló entre 1.000 a 1.200 republicanos, una hazaña humanitaria.
Luis E. Togores publica “Yague”. El General Falangista de Franco” (Editado por
La Esfera de los Libros) una biografía documentada y blandísima sobre “El
Carnicero de Badajoz”. Fue a ver a
Franco y le pidió nuestra participación en el Eje. Se fue llorando del despacho
porque el Caudillo le recordó sus barbaries en Extremadura. Carecía de piedad
militar pero acertó como táctico que era seguir hacia Madrid sin desviar la
tropa para liberar publicitariamente al Alcázar de Toledo. Franco, que para eso
era gallego lo nombró ministro de Aviación aunque en ése momento carecíamos de
aviones, y lo mandó de visita al Berlín nazi para que solazara.
Quedó su figura en un
legionario más. La portada del libro lo retrata: el alza de un Paso de Semana
Santa y el gorro del Tercio con la bolita de espantar moscas. No fue un militar
sino un guerrero que encontró en el nazismo la consecución de sus días. No se
entendió ni con Franco, y el fantasma de lo sucedido en Extremadura lo
perseguirá pese a la opinión de su hagiógrafo Togores.
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