2/12/10

DOS CABALGAN JUNTOS (2-12-2010)

Por más que Mingote sea académico por méritos sobrados y no por contubernios de saloncito, mis relaciones con la Real Academia Española son de matrimonio mal avenido. La RAE abrevia el alfabeto como si ahorrara ante la crisis y acoge por arrobas anglicismos, galicismos y germanías de patio de presidio. En Hispanoamérica tuve serios problemas de tráfico porque en toda la Panamericana no hay una sola señal de “stop” y sí innumerables de “Pare”, y yo me paraba y no me movía ni la Policía Caminera. De la misma forma jamás encontré un “Parking” aunque pasé por delante de cientos de “Estacionamientos”, enceguecido  por mi necesidad de aparcar. No solo en Colombia se habla mejor español que en la vieja metrópoli. No coincido con la definición de humorismo de la RAE como peralte de lo risueño, cómico o ridículo. Eso resulta todos los días un centón de políticos españoles y no los tenemos por humoristas. Si acaso humoralistas por el desorden mórbido de sus males humores. Alfonso Ussía es nieto del dramaturgo don Pedro Muñoz-Seca, cuya “La venganza de don Mendo” sigue repitiéndose por televisión y de la que se prepara una enésima versión cinematográfica. En las sacas madrileñas de 1936, cuando el orden público en la Capital era responsabilidad de Santiago Carrillo, fue asesinado con otros miles en Paracuellos del Jarama. Desvalijado dijo a sus sayones: “Tengo algo que no me podréis quitar”. “¿Qué, la fe?”. “No, el miedo”. El humor ante la muerte cierta es propio de una filosofía estoica de la desesperación, pero no oficio de un hacedor de chistes en los monólogos del club de la comedia. No descarto que lo de Muñoz-Seca sea una leyenda urbana, pero “si non en vero, e ben trovatto”.

Lo de Antonio Mingote no había sucedido antes: convertirse desde 1953 en una seña de identidad del diario “Abc”, destacándose a veces  sus dibujos por encima de los editoriales. Con frecuencia ha ocupado toda la primera página del periódico porque no se podía resumir más pulcramente la noticia del día. Las señoras gordas y collaronas, los hombres flacos y escépticos, la burguesía acomodaticia, los orates de las bombas, los bondadosos desheredados que habitan bajo los puentes, toda la sociedad española se ha visto alguna vez en sus viñetas. Mi adicción por Ussía y Mingote me lleva a abrir por lo suyo sus respectivos periódicos, bebiéndome la mala leche del primero y luego remansándome con el segundo más dado a la caridad cuando le pete. Con el País Vasco tronando, Rosa Díaz, consejera de turismo de aquel Gobierno, lanzó el lema de “Ven y cuéntalo”. Mejor hubiera dicho: “Vendrás y no volverás”. La doña, que descubrió tardíamente el déficit de libertad en el socialismo de Zapatero, pretendió procesar a Mingote por dibujar franciscanamente la evidencia. Mi interés por Mingote es tanto que me obsesiona la grafía de la “g” en su firma, y me lo voy a hacer ver por un grafólogo.

Alfonso Ussía es otro genio que nos hace el favor de ser tan distinguido cuando escribe o cuando conversa. Nos conocemos desde que nos afeitábamos mal y nunca le he visto explícitamente enojado o con la inelegancia de una palabra de más aunque sabe dar coces en la boca, pero con herradura de goma. Otra leyenda alude al marqués de Sotoancho. El prócer, decidió deambular por su mansión completamente desnudo. La esposa precedía tocando la campanilla advirtiendo: “El señor, el señor”, para espantar al servicio. Una doncella nueva, al oír el alboroto, cayó de hinojos creyendo que se aproximaba en exposición el Santísimo Sacramento. A lo mejor fue una broma de don Juan de Borbón de quien Ussía fue mejor amigo.

Ussía ha sido desde joven muy popular por su presencia en radio y televisión, a más de sus artículos, y su don para las imitaciones, sobre todo de sudamericanos, para mi desgracia porque me hace reír aún cuando casi  soy de allí. Veinticuatro libros (algunos con Mingote) más diez de la saga Sotoancho, y el González Ruano o el Cavia por un conmovedor artículo sobre la trata de blancas, me tienen en vilo por saber de donde obtiene el tiempo y como conserva el humor tras tanto trajín. Ambos firman en “Planeta”, “¡Que se vayan!”. Ya tengo obsequio inteligente para estas Pascuas.

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