Una cosa es escuchar al presuntuoso Al Gore, con su “jet”
privado y sus fábricas contaminantes, y
otra contemplar personalmente como disminuyen los glaciares antárticos. No hace
falta auscultar la atmósfera para
detectar el agujero de ozono y el calentamiento global. Kyoto fue el cuento del
indio con manta pequeña, que cortó por abajo para cubrirse la cabeza , logrando que se le
enfriaran los pies . Que países industrializados compren cupos de CO-2 a Sudán
o Birmania supone más retraso a los
retrasados y más de lo mismo. Los chinos fabrican millones de neveras cuyas
frigorías provienen de gases contaminadores. ¿Qué hacer?: ¿cambiar su modelo industrial de línea blanca
o dejar que sus alimentos se pudran ?. Los ecologistas occidentales
escuchan a Bono con U-2 en CD fabricados
emitiendo CO-2. La contaminación
automovilista casi es un asunto menor. En
1984, en la ciudad india de Bhopal, en el Estado de Madhya Pradesh, una avería en
la planta de fertilizantes de la “ Union Carbide” dispersó a medianoche una nube de azafrán que asfixió a 3.800 personas y causo lesiones
nerviosas a muchos más. La
deslocalización buscando mano de obra
barata y legislaciones dulces en seguridad. Aún no hay sentencia. Los países
emergentes no pueden pagar el pato del ecologismo bienpensante que ya comienza a encontrarle virtudes a la energía nuclear. En vuelo a Anchorage el
video mostraba los encantos de los pingüinos en Alaska. Advertí a la azafata:”No hay pingüinos
en el hemisferio norte”. La hipocresía se casa con la ignorancia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario