La izquierda es omnivora
y come de todo como el hombre y el oso. El progresismo, que aborrece EEUU y en su ignorancia de la
sociedad americana identifica al Partido Demócrata con una versión de la
socialdemocracia, interpreta la tragedia de Toucson como un crimen
político incitado por el Tea Party, devenido en bloody. Según
la OMS las dos principales enfermedades del siglo XXI en países
desarrollados son la obesidad y la depresión asociada a otros trastornos mentales. Entre más de
trescientos millones de estadounidenses
hay sobrado espacio para los sociópatas, apoyados por la libre circulación de
más de ochenta millones de armas de fuego. El fallecido Charlon Heston presidió la Asociación Nacional del
Rifle, pero no era un fascista. La
víctimada congresista Giffords era abortista y también defendía el derecho a las armas, establecido por la
segunda enmienda de la Constitución ya en tiempos fundacionales. El control
sobre el armamento privado va estableciéndose gota a gota y en Washington D.C.,
Chicago y San Francisco se han prohibido
pistolas y revólveres. Pero tanto entre democrátas o republicanos hay
defensores y detractores de la posesión de armas. El Tea Party es un movimiento
ultraconservador que tiene sus raíces individualistas en la revolución contra la Corona inglesa, no
son una banda criminal ni incitan a matar a nadie, como no sea que Sarha Palin
tenga instintos homicidas sobre los osos de Alaska. Las libertades civiles
americanas tienen su precio, pero la izquierda europea sólo ve América por el cine de Oliver Stone.
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