6/1/11

SOCIALISMO O SECTARISMO (6-1-2011)

Unos amigos copeábamos con Joaquín Leguina, a la sazón presidente socialista de la Autonomía madrileña, y nos contó, estupefacto, su último encuentro con Felipe González. El Presidente le llamó a la Moncloa y le hizo el paseíllo por los jardines hasta la plantación de los bonsáis que siempre enseñaba. Detuvo el paso y le preguntó a bocajarro:

-Joaquín, ¿tu follas?.

Leguina, perplejo, dudó unos instantes y contestó:

-Presidente, se me ha olvidado hasta la postura.

Entre carcajadas ninguno supimos desentrañar la intención sicalíptica de Felipe.

Leguina acaba de publicar un texto corajudo sobre el antifranquísmo oportunista en “La esfera de los libros”: “El duelo y la revancha”. Dos citas sostienen el espíritu del libro. “Cuando se muere un dictador los valientes hacen cola para derrocarlo”, del ex-Presidente uruguayo Julio María Sanguinetti, y “Yo pensaba que los intelectuales amaban, sobre todo, la verdad, pero comprobado que muchos de ellos prefieren la popularidad”, de Bertrand Russell. Cabría una tercera del cineasta mallorquín Agustí Villaronga: “La guerra civil es un gran cubo lleno de mierda y si metes la mano ahí ya sabes lo que te espera”.

El autor se sorprende ante el desparpajo del juez Garzón armando una causa general contra el franquismo como la que Franco organizó a la II República, saltándose todas las normas jurídicas que le obligaban, al fiscal Zaragoza y a la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional. Un “remake” de la noche de los muertos vivientes, siguiendo la traca mental del zapaterísmo según la cual la transición política fue fruto de la cobardía y no de una reconciliación nacional, sino del ansia de otorgar impunidad a los franquistas. El zapaterísmo no da por finiquitada la guerra civil y aspira a un póstumo triunfo moral republicano mediante instrumentos como la Ley de Memoria Histórica y las referencias inoportunas y parciales al abuelo del Presidente de quien no se sabe si le fusilaron por leal o por rebelde. El autor es sarcástico con la monomanía de desenterrar como símbolo arrojadizo los huesos de Lorca, a lo que se opone la familia: ¿qué periódico está dispuesto a perderse una foto de la calavera de Lorca?. Joaquín Leguina tiene que preguntarse como el santo Job: ¿pero que le debe el PSOE al juez Garzón para que le tiremos tan servilmente de la levita?. Los “hooligans” del juez universal o no habían nacido en 1936 o se hicieron franquistas en 1975, y a moro muerto gran lanzada. Frente a las escasas perspectivas que ofrece el futuro, cambiemos el pasado; o aquello de que en Alemania cuanto más lejos queda el nazismo, más antinazis hay.

Hasta Santiago Carrillo, hoy mimado por el INSERSO socialista, basó durante décadas su comunismo en la reconciliación nacional que hoy desde el PSOE se horada con el berbiquí del revisionismo histórico. La Ley de Amnistía de 1977 es preconstitucional, sí, como tantas otras, pero no puede derogarse sin un suicidio político colectivo, porque supondría volver a la transición pero en clave rupturista y todos a palos. Lo que no casa es aquella amnistía con pedir el certificado de defunción de Franco y sus generales. Joaquín Leguina se muestra como el último austrohúngaro o el penúltimo socialista de la balsa, con su pulcro bigotito, maneras aristocráticas y su socialismo  razonado fruto de la Economía, la Demografía y la Estadística que anudan su formación intelectual inmune al caldo de cerebro de la termocefalia. “No hace falta echar mano de complicados cálculos y sofisticadas estadísticas para rebajar los humos de cuantos predican las bondades redistributivas de este Gobierno: el 90% de la recaudación del IRPF proviene de los asalariados”. El autor recuerda que cambian hasta las piedras menos algunos socialistas de alquiler de los que se ha rodeado Zapatero para erigir su nuevo socialismo con ladrillos en vez de libros. Por sus críticas  a lo que viene haciendo Rodríguez Zapatero, Leguina se tira la primera pedrada: “Acertar antes de tiempo es también equivocarse. Espero que pronto escucharé a muchos de los que ahora me critican de buena fe venir a decirme: que razón teníais”.

Este libro se quemará literalmente en el predio que ocupaban los bonsáis, pero en él demuestra Joaquín Leguina que ya ha recordado la postura. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario