¿Pero desde cuando le ha interesado a Alvarez Cascos la democracia
interna de los partidos por la que clama la Constitución?. Se ignora que haya desarrollado alguna teoría
al respecto o que haya alimentado ese
afán cuando su poder en el PP era omnímodo.
Utilizó su carácter descompensado para poner orden en su partido arrojando
sillas contra las paredes y congratulándose que le llamaran “ General “. Ni por las listas electorales abiertas y desbloqueadas
echó jamás un cuarto a espadas. Tiende a la arbitrariedad, y, siendo Vicepresidente de Aznar, se iba a
comer con su esposa de turno con Xavier Arzallus, lo que le costó el cargo en la segunda
legislatura popular. Del desastre del “
Prestige “ queda el exabrupto de “¡ Que
se lleven ése barco al quinto pino!”. “
Manca fineza “, falta sutileza. Es de
los que en el tanatorio
no sabes a que viuda consolar, y es compulsivo en la política y con las damas. Quiere presidir Asturias porque sí,
apoyándose en sus jenízaros, rompiendo
el carnet partidario, dispuesto a
dividir las huestes regionales y enviando a Rajoy cartas de no recibo. A éste
ingeniero de Caminos le gusta volar
puentes. Todos somos presos de nuestra imagen que a menudo se distorsiona, y Cascos tiene sus virtudes pero siempre pareció como un
demócrata autoritario. Los tiempos que corren y se avecinan ya son bastantes
ríspidos para que el asturiano dé ésta puñalada de pícaro a su partido de toda
la vida. Sobra rencor acumulado, autoestima lesionada y falta de grandeza.
Cascos ya no es de hoy.
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