Pablo Sebastián y señora nos convidaron a cenar a Camilo José Cela
y Marina Castaño, Francisco Umbral y España, Pedro J. Ramírez y Agatha Ruiz de
la Prada, mi médica y yo. Busqué un servicio y me perdí en una casa laberíntica
hasta dar con un baño en el que no
levanté el resguardo de la tapa. Tras mí fue Marina y regresó enojada con
Umbral que no se había movido. Aunque azorado admití que era yo quién había regado los geranios, entre las
carcajadas de Camilo. Leire ha heredado lo del tabaco de Trini, y ésta igualdad
de trato exhala todo el efluvio de Bibí.
Tienen obligación de reglamentar mi
anécdota porque todos los caballeros salen de los lavabos abrochándose
ostentosamente la bragueta y miccionar salpicando la
guardatapa de respeto. Lo demás no lo entiendo porque ésta sociedad es más
tolerante de lo que supone el nuevo
socialismo. Los arrasantes formatos de televisión son una galería de
motivaciones sexuales; llamar a alguien
gitano es alabar su gracia o picardía; el más calvo del Reino acumula el
poder; y la propia Pajín no es criticada por pepona sino por su nivel asambleario de primero de Facultad.
En el supuesto de que todavía quede
alguien por despedir ¿ se manda al paro
sólo por gitano, calvo, gordo o paciente de halitosis?. Si fuera así que llamen a Inspección de Trabajo y restañen
la injuria. Pero regreso a mi delito:
salpicar el asiento de las damas ¿ será falta leve, grave o muy grave?. Otra
Ley entre “ 1984 “ de Orwell y “ Un
mundo feliz “ de Huxley.
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