En los años furiosos González estuvo en el filo de nombrar a Luis
Roldán Ministro del Interior. Le advirtieron que cuando el director general de
la Guardia Civil daba el cabezazo a la
bandera le caían los duros por las orejas, y que no era propio poner al zorro a
cuidar las gallinas. Le hablaron de un ingeniero industrial, Alcalde de
Manises, Presidente de la Diputación de Valencia, y, a la sazón, al frente de Instituciones Penitenciarias. No
creo que Felipe despachara con el jefe de las cárceles pero tendría noticias de
aquel hombre que, junto al Ministro de Justicia, Enrique Múgica, había
dispersado a los etarras presos para desmontar una mafia enrejada, y había
gestionado prudentemente una huelga de
hambre de los GRAPO. En días conoció que Rafael Vera, Secretario de Estado de
Seguridad, negociaba a sus espaldas con ETA para blindarse ante la Justicia, y abriendo
gavetas se daba con millones en fajos
sin justificación. La fuga de Roldán le permitió dimitir, pero en seis meses
tuvo tiempo para una información sobre la sangre y el dinero que hubiera
preferido no poseer. Otro asunto que le hace indeseable es que es próspero y no
necesita un sueldo partidario . De ministro tenía piso propio en Madrid.
Fabrica y vende cerámica en el Magreb y exportando retorna divisas. No tiene
que marcar el paso y siempre ha pedido primarias de militantes y simpatizantes
en todas las instancias como en el PSF,
y no cuando y donde convenga. Le están echando del PSOE. Antes hundirse en
Valencia que darle agua a Asunción. Es un asqueroso socialdemócrata decente que
sabe demasiado.
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