He asistido como consorte a
numerosos Congresos Internacionales de Cáncer. Me empotraban en el “Lady Program”
junto a las señoras y me llevaban por ahí a comprar lencería. En Estocolmo me
escapé, yendo donde se celebraba el Simposium. Se daba un enredo con unos
catalanes que presentaban una comunicación muy esperada, pero solo accedían a
discutirla en catalán. Fue vano que el director del Congreso les recordara que
el inglés se había convertido en “lingua franca” científica. Les ofreció un
traductor catalán-inglés, y no lo había en toda Suecia. Cuando empezaron a
disertar en catalán los galenos, que no entendían nada, se levantaron a estirar
las piernas. Cuando salieron los irreductibles hijos catalanes de Hipócrates
iban con el mentón alto, satisfechos del triunfo de la nada. Si la Cámara de
los Comunes establece la traducción inglés-galés-gaélico-escocés, el “Big-Ben”
deja de dar las horas y se materializa el espíritu de Cromwell. Senado: la
Torre de Babel en la plaza de la Marina Española.
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