Cada vez que un lógico exhibe las
tijeras ante un presupuesto, los avechuchos argumentan con el chocolate
del loro. Así Mariano Rajoy cuando propone suprimir sinecuras a diputados y senadores, que
agravian al común de sus votantes. Si
sumáramos todos los chocolates de la
multitud de loros que habitan éste aviario, romperíamos el mercado
internacional del cacao. En su último mandato Felipe González anunció que España
no reunía una sola de las condiciones establecidas por el euro. Ya
Presidente, José María Aznar citó en su despacho a sus fontaneros y a José
Barea que tiene en su cabeza los Presupuestos de la democracia. En mangas de camisa, cortando por aquí y por allá,
reunieron las exigencias de Bruselas, sin rozar a los más débiles ni alarmar a los sindicatos. Aducen
los papagayos que sus
sinecuras compensan su bajo sueldo en
comparación a otras Cámaras europeas, pero olvidan equiparar la renta media de los españoles con la de
otros países de la UE. Además, cuando se nos exige rentabilidad, la lorería
la tiene muy baja y hasta vacaciones escolares. Es más, hay loros que ni siquiera
hablan a lo largo de las legislaturas y
sólo calientan la percha en que se
posan. Rajoy debe ir más allá porque por encima y por debajo del Congreso hay
demasiada inutilidad subvencionada. Para que el parado de larga duración crea
en algo necesita gestos. Lo que observa
ahora es aquello de Santiago Rusiñol: “La vida es como el palo del gallinero: larga pero llena de mierda “.
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