La primera Facultad de
Ciencias Políticas y Económicas la abrió el régimen franquista como escuela de
gobernadores civiles y mandos cualificados del Movimiento Nacional. Todas las
dictaduras son ingenuas y aspiran a institucionalizarse hasta en el altar de
los saberes. Los gobernadores civiles se encargaban que en sus respectivas
provincias reinara la paz de los sepulcros, y en su doble calidad de Jefes
Provinciales del Movimiento cuidaban que no se apagara el brasero del partido
único. Hoy los delegados del Gobierno son como el ornitorrinco, conjunto de
piezas casadas biológicamente por milagro. En la Autonomía es su Presidente
quien representa al Estado, y el ministro del Interior ha de entenderse con su
equivalente autonómico. En Madrid, desde el 15-M, la delegada del Gobierno,
Dolores Carrión, es más Jefa Provincial del Movimiento que cualquier otra cosa,
porque ideologizando atribuciones y dándole taconazos a Rubalcaba o Camacho, la
da lo mismo ocho que ochenta o que los okupas okupen un edificio por día.
Total, se sabe destituida. Liberada de sus funciones, a esta olvidable dama la
veremos dando conferencias en alguna ágora okupada o bendiciendo la Puerta del
Sol con su dulce tolerancia. La delegación madrileña del Gobierno ocupa lo que
fue Embajada japonesa hasta 1945. El Embajador del Mikado regaló el palacete al
Estado español y los coches y el menaje a sus empleados, para evitar la
incautación estadounidense. Pasadas las décadas una persistente aura oriental
flota en los salones. El sintoísmo, y el Príncipe Sidartha han seducido a la
innecesaria delegada que nunca existió.
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