En Buenos Aires iba a
bailar tango a “La argentina”, un boliche con pista tras la avenida Corrientes,
lleno de malevos, orilleros y gavillas de malvivientes. La primera vez que
acudí tuve que dejar hasta la chaqueta en el ropero, y las chicas el bolso. Así,
bailando en mangas de camisa se advertía si algún tanguista iba “calzado” con
algún fierro. Las peleas por las “minas” eran a botellazos y los hombres
formábamos pareja en recuerdo de cuando en el Rio de la Plata no había mujeres.
Carme Chacón y Rubalcaba podían dejarse de milongas y bailar tango (él en
camisa o sudadera) o hacer una “fórmula” argentina con Chacón de
Vicepresidenta, el cargo al que no llegó Evita Perón, y con sus mismas
funciones populistas. El radicalismo femenino queda muy bien en segunda fila.
Carme, niña de los ojos de Zapatero sin el cual no hubiera pasado de concejala
catalana, reniega ahora de él sin advertir que si reflexiona sobre el desastre
socialista habrá por obligación de prescindir de sí misma. Es admirable el
alzhéimer advenido de estos socialistas ibéricos que no reconocen ni la hierba
que pastaron ayer. Para este baile es preferible Rubalcaba y todos los que le
siguen reconociendo sin rubor que estuvieron allí, entre los enredos y
pendejadas de Zapatero, y que ya se corregirán si les da el magín para ello. El
discurso de investidura de Rajoy es solo el prefacio del prologo de lo que nos
espera, pero si en 2008 lo hubieran adoptado nuestros socialistas hoy podrían
estar festejando una tercera victoria electoral. Pero no hay peor ciego que el
que no quiere ver y ni abrazados en el tango Chacón y Rubalcaba reconocen que son lo mismo, la misma
carcundia sentimental. Si se miraran a
los ojos comprenderían que como en “Otra vuelta de tuerca”, de Henry James,
están bailando muertos en el templete del lago y solo son visibles para una
pareja de niños.
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