En su petición de investidura Mariano Rajoy ha sido un caballero,
en tiempos truhanescos, comenzado por dar respeto a Rodríguez Zapatero y admitiendo con insólita
generosidad que en política las herencias recibidas no sirven como beneficio de
inventario. Rajoy recordará las vilezas con que el PSOE retribuyó las
gentilezas de José María Aznar, y sabrá que tras la paliza electoral tampoco
esto se lo agradecerán o han de perdonarle
un día de oposición. La bancada socialista permaneció imperturbable ante el
discurso y solo les revoleteó un mariposeo de vergüenza cuando el candidato
anunció para el primero de Enero la actualización de las pensiones. Nadie en
España se había atrevido a tocar las jubilaciones hasta que llegó la nueva vía
socialista, el republicanismo activo, la memoria histórica y la poesía de
Gamoneda. Pero el inmediato Presidente lo que ha propuesto es otro horizonte y
su convencimiento de que cuando el país se recupere no estaremos como en el mejor de los tiempos pasados sino en otro escenario propio
y europeo. Regreso al futuro. L os pocos socialistas que hacen declaraciones le
exigen a Mariano Rajoy hasta los reglamentos de sus futuras leyes. No tendrá
queja la futura oposición porque el candidato ha anunciado un Estado a dieta de
hambre, Presupuestos y nuevo marco laboral en tres meses, una segunda reforma
financiera, fusiones bancarias, y acaso
un “ Banco malo “,y otras agonías. El valor de Rajoy estriba en que sabe que el próximo año será
peor que éste pero se ofrece a resolver problemas sin aspirar a ningún aplauso.
Y, probablemente, a ninguna colaboración. ¿ Sus momentos mejores?: obligándose a decir la verdad y negándose a
perder a los jóvenes.
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