31/12/11

EL GÉNERO SEMMELWEIS (31-12-2011)

Philippe-Ignace Semmelweis murió en 1865 a los 47 años tras tres semanas de agonía en el manicomio de su aborrecida Viena, cubierto a medias por el olvido y el oprobio. Era húngaro, nacido en Pest, la mitad de Buda, y llegada su edad se trasladó a la capital del Imperio para estudiar leyes. En la mezcolanza universitaria asistió a una autopsia y mudó de vocación abandonando el Derecho por la Medicina. Bajo la tutela del gran Skoda se doctoró en Obstetricia y dio comienzo a su infierno. No podía conocer la máxima de Stuart Mill: “Si se hubiera descubierto que las verdades geométricas son susceptibles de causar alguna molestia a los hombres, hace tiempo que habrían sido declarado falsas”. La fiebre puerperal era el holocausto de las mujeres y llegó a formarse una Comisión Imperial para investigar infructuosamente tasas de mortalidad del 98% en las maternidades. Se consideraba un hecho natural la mortalidad de las parturientas, inédita en otras especies. Faltaban algunos años para que Pasteur dispusiera de medios científicos apropiados para estudiar la microbiología, pero Semmelweis tuvo geniales intuiciones sobre lo que no podía ver. Pidió cambiar de sábana a cada parturienta y se las negaron. Exigió que parteras y obstetras se  lavaran rigurosamente las manos antes del parto y se rieron de él. Pegó pasquines por Pest con sus instrucciones higiénicas. Le despidieron dos veces de su hospital y entre injurias y odio le expulsaron de Viena a donde su maestro Skoda le trajo para morir. Sus colegas no aceptaron una solución tan fácil y brillante para el puerperio y la plebe se reía de lavarse las manos. Mientras, miles de millones de parturientas habían muerto en los siglos de fiebre puerperal, y seguían muriendo. No tengo noticia de que las feministas hayan sufragado una lápida en honor de Semmelweis y solo conozco la tesis doctoral que le dedicó Louis-Ferdinand Celine, el médico  humanista y escritor tan poco grato al feminismo militante.

Lo de la violencia de género es casi un anglicismo que oculta la violencia del hombre, que es lo que se quiere decir. Lo que ha hecho la medicina, la cirugía, la farmacopea, por las mujeres en el siglo XX y lo corrido del XXI nada tiene que ver con las luchas de Semmelweis. Las mujeres se han liberado sexualmente y sus enfermedades “de género” han sido erradicadas, curadas o dominadas dando a las féminas mayor  longevidad que al varón. Habiendo grandes médicas e investigadoras siento decir que la mejor salud de la mujer es básicamente cosa de hombres. El feminismo radical, como el de las socialistas ibéricas, toma al hombre como su enemigo y construye una ideología de género. Así, semánticamente, rechaza al varón incluso como aliado. Llegan a negar la Historia porque el sufragismo o el obrerismo femeninos triunfaron cuando los hombres hicieron suyas esas causas. Grandes mentes dedicadas al estudio de su violencia de género como Leire Pajín o Bibí no quieren ver, como los ginecólogos vieneses, que aplican su medicina a la violencia domestica o familiar crece la matanza año tras año, sin que se den cambios sociológicos importantes. A estas chicas les da igual que muera a manos de su pareja un hombre, o una lesbiana o un homosexual, o a manos de otros más fuertes niños, enfermos o ancianos: lo que interesa es que un hombre heterosexual asesine a una mujer. Lo demás es tan tonto como lavarse las manos. Nuestras feministas de cuota socialista solo entienden su violencia de género porque demonizando a los hombres, genéricamente, los alejan de si hasta como imprescindibles aliados.

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