Adviertan que cuando Mariano Rajoy sonríe se le pone cara de caja
de caudales, y siendo ludopatía los pronósticos sobre su Gobierno o sus
primeras líneas de trabajo para restañar la presa que se derrumba, es ocioso
pero compasivo sugerirles a los socialistas lo que tiene que hacer para llegar al congreso de febrero
de los primeros auxilios. Carme
Chacón intentará de nuevo el asalto a la secretaría general de un partido que
no considera suyo. En ese tiene razón el pérfido de José Bono. Chacón ha
precisado más de una vez que su partido es PSC y no el PSOE. Ya sabemos que es
lo mismo, o casi, pero en su afiliación es tan puntillosa y exigente como con
la expresión catalana de su nombre. No obstante lo importante es su gestión:
siendo la dona un referente del socialismo catalán la inválida el que este ha
dejado la Generalitat como erial de conejos con mixomatosis. A Montilla
volverán a llamarle charnego porque ha sido el caballo de Atila para los
catalanes. Cuando gorgoteaba la burbuja inmobiliaria los ministerios de la
Vivienda de Zapatero fueron surrealistas y Chacón presentó en Moncloa con mucha
fanfarria un plan de no se sabe de que, sobre que o para que porque desapareció
entre la noche y la niebla. La ministra de Defensa iba a ser Elena Salgado:
complacía la afición al mujerío del Presidente y era ingeniera industrial y
gestora empresarial. Pero ZP y su amigo Barroso (imaginería política) no
resistieron la imagen de Chacón tomando
posesión embarazada. Luego recomendó a los militares que no mataran civiles y
estos tuvieron que recordar en Calomarde aquello de que “manos blancas no
ofenden”. Sus armas son ser mujer y catalana, y hacen falta muchos más arreos
para tirar del averiado carro socialista.
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