Por más que se accede al escaño por caminos extraviados y
anémicamente democráticos, el acta pertenece al diputado y no al partido que lo
cooptó para sus listas. La disciplina de bancada es un supuesto, pero en
ninguna parte está escrito que un representante partidario pueda perder su
acreditación por votar en conciencia. Si la acreditación te confiere la
delegación de los votantes lo inmoral y penalizable sería votar en
conveniencia. Por ello los jefes políticos son tan mansos con sus ovejas
descarriadas y les reclaman el acta con el piquito. Los tres rebeldes del PSC en la senda secesionista están en su
derecho de no entregar sus acreditaciones y engrosar el concurrido grupo mixto,
autobús-escoba de los insatisfechos. Además al quedar el PSC como cuarta fuerza
política del Parlament, por detrás del PP, quedaría reforzada la imagen de Pere
Navarro como hamletiano asador de mantecas. Cuando habla Elena Valenciano, desde
sus cimas universitarias, las palabras de la Vicesecretaria del PSOE se
esculpen para los anales de la ciencia política, y acaba de ilustrarnos con el
apotegma de que el PSC es otro partido aunque sea hermano del PSOE. Hace pocos
años sonaba algo así como PSC-PSOE, y que la primera tríada de siglas
identificaba a los españoles socialistas empadronados en Cataluña. Hay que
tener mucho cuidado con las fratrías porque esas sí que las carga el diablo.
Hoy los dos partidos, que votan por libre en Barcelona y Madrid, antes que
hermanos son cuñados, que viene de cuña. Abundando en el profundo surco
intelectual de Valenciano podríamos colegir que ambos partidos son como “Coca
Cola” y “Pepsi Cola”, luchando por la chíspa de la vida y con la primera, como
el PSOE, intentando infructuosamente comprar la marca pequeña pero competidora.
En vaso saben igual a crecepelo, y sus diferencias son de mercadotécnia, tal
como el desorden que padece el PSOE es análogo al del PSC. Para tener casa
común solo les resta unificar la etiqueta y explicar a sus fatigados militantes
en que federalismo están pensando para resolver la crisis socialista de
identidad territorial : menos azúcar o más cilantro, o el rediseño de las
curvas femeninas de la botella. Porque
no es lo mismo la federación ex –soviética de Estados Independientes que la
República Federal argentina. La “Coca” es más internacionalista, y la “Pepsi”
más interracial. En cuanto terminen de definirse los hermanos, lo de Caín y
Abel quedará en riña de colegio.
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