Los problemas que afectan a los argentinos, al menos desde la
rehabilitación de su trágica democracia
en 1.983, no son cambiarios, financieros o de modelo productivo, sino
intrínsecamente políticos. El matrimonio Kirchner, para dar un perfil nacional
al chavismo del que se reclaman (ese socialismo del siglo XXI que ni Chávez ni
Maduro saben definir en un papel), urdieron una base dentro del movimiento
justicialista con los montoneros y sus hijos que habían desarrollado una
guerrilla urbana de izquierdas desautorizada por Perón. Había que sufrirlos:
peronistas que odiaban “al viejo cornudo” y antes de dinamitar la cama de la
hija de un general acudían a rezar a la Vírgen de Luján por la buena suerte del
atentado. La reciente muerte del poeta Juan Gelman ha recordado verdades
olvidadas: la represión militar asesinó a sus hijos y mantuvo desaparecida 30
años a su nieta, pero también él, teniente montonero, hubo de huir a México
condenado a muerte por sus conmilitones que rivalizaban con los “milicos” por
las graduaciones castrenses. El peronismo montaraz de los “montos” gobierna
argentina a través de un indefinido y cleptocrático nido de obsecuentes, en el
que destaca el joven ministro de Economía, Axel Kicillof, artífice de la
expropiación de REPSOL como gran solución a su falta de caja. La Cámpora viene
del breve expresidente Héctor Cámpora que negoció con los militares el regreso
de Perón, para dimitir y regalarle las elecciones. Kicillof es íntimo amigo de
Máximo Kirchner, sin estudios superiores, afincado en la provincia patagónica
de Santa Cruz, desde donde coordina la ingente fortuna familiar y controla las
lealtades inquebrantables, porque el kirchnerismo-camporismo no tiene
adversarios políticos sino enemigos personales a destruir, incluido el diario
“Clarín”(derecha liberal), la máxima tirada en español. El “corralito” a la divisas
(el cambio negro ya prefiere el euro al tradicional dólar estadounidense) ha
estafado a los pequeños ahorradores y tenía fecha de caducidad salvo para estos
magos indoctos de la economía milagrera. La presunta enfermedad cerebral de
doña Cristina no incide en el caos. La lucha por la sucesión y los negocios
dentro de la Cámpora, que durará dos años, desgarrarán aún más al gran país que
nunca paga.
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