Una buena noticia no es tal. Un diario estadounidense optó por
publicar solo noticias positivas y cerró en tres meses por falta de lectores.
Es la maldición de los periodistas condenados como zahoríes a buscar aguas
fecales hasta en estratos freáticos secos. Como no estalla la guerra civil en
Ucrania hemos de conformarnos con una crisis de guardarropía en el Partido
Popular. Siento afecto y agradecimiento personal por Jaime Mayor Oreja, pero
hace meses se sabía que la primatura del PP en la U. E. la ostentaría Arias
Cañete, al haber cubierto cumplidamente el primero una etapa europea de diez años. En 1.996 José
María Aznar, con mayoría minoritaria, tuvo que representar el papel de Herodes
Antipa ofreciendo la cabeza de Vidal-Cuadras, en el papel de Bautista, a una
pedigueña Salomé disfrazada de Jordi Pujol. Que el físico nuclear y político
catalán haya tardado 18 años en abandonar el PP es un canto a la paciencia,
pero no puede ser una noticia. El sufriente Ortega Lara solo quiso tener un papel
simbólico en el PP, que abandonó en 2.008 sin estridencias, y hoy cofunda Vox
con las mismas intenciones meramente icónicas. La corajuda María San Gil
muestra su descontento con la política antiterrorista gubernamental, pero es
que no solo se marchó hace años del Partido sino que se fue sabiamente de la
política. La individualidad de estos hechos no da para una gacetilla, pero
agrupados pueden dar la sensación de terribles desacuerdos en el Gobierno y su
partido. En el argot periodístico eso se conoce por “hinchar el perro”. Que un
partido político con mayoría absoluta, a mitad de su mandato, con la Oposición
en almoneda, aún agobiado por problemas, no se desguaza a si mismo por
puntuales diferencias de criterio.
La dramatización de la ausencia de José María
Aznar de la convención del PP es contingente, puede ser o no ser, será su
agenda o que no le da la gana. Felipe González definió a los expresidentes como
grandes jarrones chinos, muy valiosos, que nadie sabe dónde colocar y que
siempre están estorbando el paso. Desde Suárez siempre ha sido mala la relación
entre el Presidente y sus antecesores, incluso dentro del mismo partido.
González pidió un encuentro a Zapatero, y este, cordialísimo, le invitó a
almorzar en el Coto de Doñana. Cuando llegó había más de 20 comensales. “Solo
le faltó invitar a los guardabosques del parque”. Y ZP hizo imposible el
encuentro cara a cara. Nunca han sido buenas las relaciones entre el que entra
y sale de Moncloa. Con el añadido de que el carácter, las aristas de la personalidad,
parecen inventados por Aznar. El Presidente de honor del PP, que se fue porque
quiso y por un golpe de fortuna,
quisiera ser más tenido en cuenta, y
Mariano Rajoy le llama por teléfono de Pascuas a Ramos. No se sabe si podría,
pero Aznar no pretende una tercera presidencia y solo quiere cariño, alimentación de su autoestima y que
se le consulte más a menudo aunque solo sea por cortesía. Desgraciadamente no
son esos los hábitos de nuestra sociología presidencial y prima la teoría del jarrón chino. Pero aunque sea
de la dinastía Ming hay que distinguir entre las voces y los ámbitos, y un
partido plural como el Popular no se cubre de rajaduras por la maledicencia de
los aspirantes. A la postre esos jarrones servían de escupideras.
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