15/7/85

La previsible victoria de Bánzer abre un incierto futuro en Bolivia (15-7-1985)

Ninguno de los dos principales candidatos a las elecciones del domingo en Bolivia, el ex dictador general Hugo Bánzer por la Alianza Democrática Nacional y el ex presidente Víctor Paz Estenssoro por el Movimiento Nacional Revolucionario (Histórico) esperaba obtener ayer una mayoría absoluta, pero los primeros muestreos en las mesas electorales ofrecían ya una inequívoca ventaja para el general Bánzer, quien se alzará, presumiblemente, con la primera minoría. El panorama inmediato es desesperanzador. Los primeros resultados provisionales comenzarán a conocerse a las cinco de la madrugada de hoy, hora peninsular.

En la media tarde boliviana los comicios continuaban en completa normalidad tras los malos presagios del rechazo de las elecciones por parte del propio Gobierno, la Central Obrera Boliviana (COB) y los sindicatos unificados del campo.Las fuerzas armadas colocaron el pasado jueves su espada sobre la mesa exigiendo el cumplimiento del compromiso electoral acordado hace un año entre el presidente Hernán Siles Zuazo y 10 partidos de la oposición.

Ésta, además, no es la primera vez en 40 años que los comicios abarcan a las autoridades municipales tradicionalmente designadas por el poder central. La abierta intervención militar, que en un comunicado firmado por el jefe del Ejército, Simón Sejás, y los comandantes de las tres armas declaró su intención de respaldar la cita electoral hasta sus últimas consecuencias, ha abierto una cauta tregua entre las fuerzas políticas.

Pero el panorama inmediato es desesperanzador: un general profundamente reaccionario, que desplazó mediante un golpe de Estado al Gobierno progresista del general Juan José Torres -posteriormente asesinado en Buenos Aires-, se apresta a recibir la primera minoría de los votos de una clase urbana sumida en el desencanto por una hiperinflación de al menos el 8.000% anual -no existen estadísticas oficiales al respecto- y un caos social estimulado por las continuas exigencias de las centrales sindicales.

Nadie piensa en Bolivia que el general Hugo Bánzer pueda gobernar mucho tiempo en minoría frente a la Central Obrera Boliviana, feudo tradicional del dirigente sindicalista Juan Lechín, y a los sindicatos campesinos.

Pero el general Hugo Bánzer, avanzando -esta vez democráticamente- entre el descontento general, se prepara para ofrecer a los bolivianos una solución imposible: un Gobierno autoritario de derechas sobre una sociedad como la boliviana, desilusionada pero profunda y razonablemente izquierdista. Las elecciones generales bolivianas -diputados, senadores, concejales y alcaldes- se desarrollaban, a media mañana de ayer, con absoluta normalidad sólo empañadas por infinitos desastres técnicos: urnas abiertas, ausencia de candados, impugnaciones múltiples, censos defectuosos y hasta la insólita constatación de un comisario electoral de ocho años -por el Movimiento de Izquierda Revolucionaria- en una mesa electoral en La Paz. Desde las cero horas del sábado, impera en todo el país la ley seca hasta el cierre de los colegios electorales.

Más de dos millones de bolivianos -un 72% del censo- habrán podido ejercer su voto según datos del Instituto Nacional de Estadística; un incremento del censo del 42% respecto de las últimas elecciones de 1980. Estas elecciones, anticipadas 12 meses, fueron acordadas por el Gobierno y la oposición, bajo el auspicio de la Iglesia católica, hace un año, como último recurso para impedir un golpe de Estado o una insurrección popular, dada la destrucción inflacionaria de la vida económica del país.
Al menos durante la mañana de ayer y en las jornadas de reflexión del viernes y el sábado, el partido en el Gobierno -Movimiento Nacional Revolucionario de Izquierda- y los sindicatos obreros y campesinos renunciaron a atacar los comicios por supuestas irregularidades en la confección de los censos que, ciertamente, han privado del voto a cerca del 30% de los campesinos, bien por venalidad política bien por la dificultad de recensar la continua emigración campesina a los centros urbanos.

Comienza el recuento

Los principales problemas habrán comenzado hoy con el dificultoso recuento de los sufragios en un territorio tridimensional -selvas amazónicas, desiertos saqueños y vertiginosas alturas andinas-, con diferencias ídiomáticas -español, quechua y aymará-, con una red de transportes terrestres y aéreos precaria e imprevisible -ayer fue imposible movilizarse dentro del territorio nacional- y con una telaraña de telefonía en manos de distintas compañías privadas que convierten en un ejercicio de candomblé, budú, macumba o nigromancia cualquier intento de transmitir datos fiables por teléfono.
El Gobierno, en buena lógica y pese a sus dificultades, rechazó una oferta estadounidense a fondo perdido para informatizar y transmitir por satélite los resultados electorales, que habrían sido así, acaso por primera vez en la historia, elaborados y analizados por una potencia extranjera.

No obstante, la Corte electoral se ha comprometido públicamente a tener listos los resultados definitivos el próximo 2 de agosto, para que el 6 pueda procederse al traspaso de poderes tal como lo establece la ley de la República que adelantó las elecciones. Aún así el plazo resultaría estrechísimo si, como se espera, ningún partido alcanza la mayoría absoluta y ha de ser el Congreso de senadores y diputados quien elija presidente entre el líder de una mayoría minoritaria o entre el político consensuado por una coalición de partidos minoritarios.

Todas las expectativas convergen en la estimación de que el general Hugo Bánzer, ex dictador entre 1971 y 1978, alcanzará una mayoría relativa de sufragios al frente de su Acción Democrática Nacional (ADN) con un programa abiertamente derechista que recibe el apoyo popular de una sociedad desencantada por la caótica gestión de la izquierda. Bánzer ha vuelto a declarar que acatará la decisión del Congreso si no logra la mayoría absoluta.

El segundo colocado continúa siendo, en las expectivas de voto, el Movimiento Nacional Revolucionario Histórico de Víctor Paz Estenssoro, que ya coloboró con la dictadura y volverá a apoyar, aunque sea sedicentemente, a un Gobierno democrático presidido por Bánzer. El seguro derrotado hasta el aplastamiento será el partido gubernamental de Siles Zuazo, Movimiento Nacional Revolucionario de Izquierda, y el recipiendario del voto útil de las izquierdas el Movimiento de Izquierda Revolucionaria -una socialdemocracia de inspiración europea- de Jaime Paz Zamora.

Los demás, falangistas, comunistas soviéticos, comunistas prochinos, trotskistas, democratacristianos -a la izquierda de la DC europea-, partidos indigenistas como el Movimiento Revolucionario Tupac-Katari, a su vez escindido en dos, y otras agrupaciones políticas, hasta 79, son la comparsa; pero una comparsa que se derrama masivamente por la izquierda y que, con la ayuda -o tras él- del todopoderoso sindicalismo obrero-campesino, van a hacer muy difícil el gobierno -aunque haya sido sancionado por las urnas- de un conocido y viejo espadón.

Finalmente en este previsible derrumbe estrepitoso del MNRI y de un izquierdismo moderado en Bolivia, cabe hacer el elogio políticamente funeral de Hernán Siles Zuazo. Se enfrentó a la izquierda sindical hasta con huelgas de hambre y procuró no hacer un drama de su secuestro por parte de oficiales derechistas relacionados con el narcotráfico -secuestradores ahora exiliados en España- y pactó un adelantamiento de las elecciones para evitar una inevitable -quizá todavía inevitable pese a los comicios- confrontación civil.

Su Gobierno encabeza la lista confeccionada por las organizaciones de derechos humanos sobre respeto a las libertades individuales en Hispanoamérica. Hernán Siles Zuazo ha sido un demócrata intachable para con su propio pueblo y un hombre de izquierdas internacionalmente consecuente.

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