Ninguno de los dos principales candidatos a las elecciones del
domingo en Bolivia, el ex dictador general Hugo Bánzer por la Alianza
Democrática Nacional y el ex presidente Víctor Paz Estenssoro por el Movimiento
Nacional Revolucionario (Histórico) esperaba obtener ayer una mayoría absoluta,
pero los primeros muestreos en las mesas electorales ofrecían ya una inequívoca
ventaja para el general Bánzer, quien se alzará, presumiblemente, con la
primera minoría. El panorama inmediato es desesperanzador. Los primeros
resultados provisionales comenzarán a conocerse a las cinco de la madrugada de
hoy, hora peninsular.
En la media tarde
boliviana los comicios continuaban en completa normalidad tras los malos
presagios del rechazo de las elecciones por parte del propio Gobierno, la
Central Obrera Boliviana (COB) y los sindicatos unificados del campo.Las
fuerzas armadas colocaron el pasado jueves su espada sobre la mesa exigiendo el
cumplimiento del compromiso electoral acordado hace un año entre el presidente
Hernán Siles Zuazo y 10 partidos de la oposición.
Ésta, además, no
es la primera vez en 40 años que los comicios abarcan a las autoridades
municipales tradicionalmente designadas por el poder central. La abierta
intervención militar, que en un comunicado firmado por el jefe del Ejército,
Simón Sejás, y los comandantes de las tres armas declaró su intención de respaldar
la cita electoral hasta sus últimas consecuencias, ha abierto una cauta tregua
entre las fuerzas políticas.
Pero el panorama
inmediato es desesperanzador: un general profundamente reaccionario, que
desplazó mediante un golpe de Estado al Gobierno progresista del general Juan
José Torres -posteriormente asesinado en Buenos Aires-, se apresta a recibir la
primera minoría de los votos de una clase urbana sumida en el desencanto por
una hiperinflación de al menos el 8.000% anual -no existen estadísticas oficiales
al respecto- y un caos social estimulado por las continuas exigencias de las
centrales sindicales.
Nadie piensa en
Bolivia que el general Hugo Bánzer pueda gobernar mucho tiempo en minoría
frente a la Central Obrera Boliviana, feudo tradicional del dirigente
sindicalista Juan Lechín, y a los sindicatos campesinos.
Pero el general
Hugo Bánzer, avanzando -esta vez democráticamente- entre el descontento
general, se prepara para ofrecer a los bolivianos una solución imposible: un
Gobierno autoritario de derechas sobre una sociedad como la boliviana,
desilusionada pero profunda y razonablemente izquierdista. Las elecciones
generales bolivianas -diputados, senadores, concejales y alcaldes- se
desarrollaban, a media mañana de ayer, con absoluta normalidad sólo empañadas
por infinitos desastres técnicos: urnas abiertas, ausencia de candados,
impugnaciones múltiples, censos defectuosos y hasta la insólita constatación de
un comisario electoral de ocho años -por el Movimiento de Izquierda
Revolucionaria- en una mesa electoral en La Paz. Desde las cero horas del
sábado, impera en todo el país la ley seca hasta el cierre de los colegios
electorales.
Más de dos
millones de bolivianos -un 72% del censo- habrán podido ejercer su voto según
datos del Instituto Nacional de Estadística; un incremento del censo del 42%
respecto de las últimas elecciones de 1980. Estas elecciones, anticipadas 12
meses, fueron acordadas por el Gobierno y la oposición, bajo el auspicio de la
Iglesia católica, hace un año, como último recurso para impedir un golpe de
Estado o una insurrección popular, dada la destrucción inflacionaria de la vida
económica del país.
Al menos durante
la mañana de ayer y en las jornadas de reflexión del viernes y el sábado, el
partido en el Gobierno -Movimiento Nacional Revolucionario de Izquierda- y los
sindicatos obreros y campesinos renunciaron a atacar los comicios por supuestas
irregularidades en la confección de los censos que, ciertamente, han privado
del voto a cerca del 30% de los campesinos, bien por venalidad política bien
por la dificultad de recensar la continua emigración campesina a los centros
urbanos.
Comienza el
recuento
Los principales
problemas habrán comenzado hoy con el dificultoso recuento de los sufragios en
un territorio tridimensional -selvas amazónicas, desiertos saqueños y
vertiginosas alturas andinas-, con diferencias ídiomáticas -español, quechua y
aymará-, con una red de transportes terrestres y aéreos precaria e imprevisible
-ayer fue imposible movilizarse dentro del territorio nacional- y con una
telaraña de telefonía en manos de distintas compañías privadas que convierten
en un ejercicio de candomblé, budú, macumba o nigromancia cualquier intento de
transmitir datos fiables por teléfono.
El Gobierno, en
buena lógica y pese a sus dificultades, rechazó una oferta estadounidense a
fondo perdido para informatizar y transmitir por satélite los resultados
electorales, que habrían sido así, acaso por primera vez en la historia,
elaborados y analizados por una potencia extranjera.
No obstante, la
Corte electoral se ha comprometido públicamente a tener listos los resultados
definitivos el próximo 2 de agosto, para que el 6 pueda procederse al traspaso
de poderes tal como lo establece la ley de la República que adelantó las
elecciones. Aún así el plazo resultaría estrechísimo si, como se espera, ningún
partido alcanza la mayoría absoluta y ha de ser el Congreso de senadores y diputados
quien elija presidente entre el líder de una mayoría minoritaria o entre el
político consensuado por una coalición de partidos minoritarios.
Todas las
expectativas convergen en la estimación de que el general Hugo Bánzer, ex
dictador entre 1971 y 1978, alcanzará una mayoría relativa de sufragios al
frente de su Acción Democrática Nacional (ADN) con un programa abiertamente
derechista que recibe el apoyo popular de una sociedad desencantada por la
caótica gestión de la izquierda. Bánzer ha vuelto a declarar que acatará la
decisión del Congreso si no logra la mayoría absoluta.
El segundo
colocado continúa siendo, en las expectivas de voto, el Movimiento Nacional
Revolucionario Histórico de Víctor Paz Estenssoro, que ya coloboró con la
dictadura y volverá a apoyar, aunque sea sedicentemente, a un Gobierno
democrático presidido por Bánzer. El seguro derrotado hasta el aplastamiento
será el partido gubernamental de Siles Zuazo, Movimiento Nacional
Revolucionario de Izquierda, y el recipiendario del voto útil de las izquierdas
el Movimiento de Izquierda Revolucionaria -una socialdemocracia de inspiración
europea- de Jaime Paz Zamora.
Los demás,
falangistas, comunistas soviéticos, comunistas prochinos, trotskistas,
democratacristianos -a la izquierda de la DC europea-, partidos indigenistas
como el Movimiento Revolucionario Tupac-Katari, a su vez escindido en dos, y
otras agrupaciones políticas, hasta 79, son la comparsa; pero una comparsa que
se derrama masivamente por la izquierda y que, con la ayuda -o tras él- del
todopoderoso sindicalismo obrero-campesino, van a hacer muy difícil el gobierno
-aunque haya sido sancionado por las urnas- de un conocido y viejo espadón.
Finalmente en
este previsible derrumbe estrepitoso del MNRI y de un izquierdismo moderado en
Bolivia, cabe hacer el elogio políticamente funeral de Hernán Siles Zuazo. Se
enfrentó a la izquierda sindical hasta con huelgas de hambre y procuró no hacer
un drama de su secuestro por parte de oficiales derechistas relacionados con el
narcotráfico -secuestradores ahora exiliados en España- y pactó un
adelantamiento de las elecciones para evitar una inevitable -quizá todavía
inevitable pese a los comicios- confrontación civil.
Su Gobierno
encabeza la lista confeccionada por las organizaciones de derechos humanos
sobre respeto a las libertades individuales en Hispanoamérica. Hernán Siles
Zuazo ha sido un demócrata intachable para con su propio pueblo y un hombre de
izquierdas internacionalmente consecuente.
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