Un joven político asume hoy en Lima la ingente tarea de gobernar
Perú. Alan García, de 36 años, líder de la Alianza Popular Revolucionaria
Americana (APRA), un partido populista y suavemente de izquierda, recibe del
conservador Fernando Belaúnde, al que derrotara abrumadoramente en las urnas
hace tres meses y medio, una de las más pesadas herencias políticas del
continente americano. Algunos de sus capítulos son el desempleo, la pobreza, el
terrorismo, la corrupción administrativa y un excesivo protagonismo militar.
El arquitecto Fernando
Belaúnde Terry, hoy presidente constitucional saliente de Perú, más conocido
como el nubenauta por su constante ubicación en
estratosferas líricas y en esquemas muy por encima de la rasante y dura
realidad peruana, ha venido a definir con una breve frase el momento que vive
su país: "No me marcharé de Perú".
En efecto, pese a las
relaciones internacionales logradas durante sus anteriores designios y pese a
las ofertas de universidades estadounidenses, el líder de la gran derecha
peruana ha tenido que hacer el alarde final de afirmar que piensa continuar
residiendo en Lima. Que un presidente constitucional, al expirar su mandato,
tenga que hacer énfasis en un punto que debería ser tan obvio retrata perfectamente
los infortunios de su mandato.
repleto de buenas
intenciones, ganó las elecciones de 1963 al frente de su partido, Acción
Popular, siendo derrocado en 1968 por el golpe militar del general Velasco
Alvarado, quien encabezó, hasta 1980, una serie de Gobiernos castrenses
progresistas de variada fortuna. Restaurada la democracia, Belaúnde, bajo la
túnica del exilio y su derrocamiento, ganó las nuevas elecciones por el 45% de
los votos. Ha sido nada entre dos platos y se retira con poco más del 6% en los
últimos sufragios.
Sin embargo, cabe atribuirle
algunos méritos indiscutibles: después de 12 años de dictadura militar, y
habiendo sido él mismo derrocado, ha mantenido su mandato constitucional de
cinco años y hoy impone la banda presidencial a Alan García, su sucesor
democráticamente elegido. Y ha mantenido unos niveles de libertad de prensa tan
dudosamente irreprochables que ayer podía escucharse a un conocido comentarista
radiofónico tildar tranquilamente al general Brush, ministro del Interior, de
general sin pantalones y de medio hombre.
Estando significado el
mandato de Belaúnde por el nacimiento del terrorismo andino de Sendero Luminoso
y la grosera represión militar, es obligado destacar esta insólita libertad de
prensa peruana, donde los diarios de izquierda acusan cotidiana e impunemente
al Gobierno de las más bárbaras atrocidades.
El arquitecto Belaúnde se ha
despedido del Gobierno con un mensaje radiotelevisado al país y una conferencia
de prensa; en ambas ocasiones ha dado su medida. Su mensaje al país, fiel a su
vocación profesional de constructor, fue una monótona enumeración de
carreteras, vados, puentes, poblados edificados, represas, comedores populares,
aeropuertos mejorados, botaduras de buques hospitales en los ríos amazónicos, y
otros derrames de la Administración que sin duda forman parte de lo que es un
buen Gobierno, pero que no lo son todo. En su conferencia de prensa, acosado
por los periodistas, resaltó la innegable libertad informativa de su Gobierno y
redujo una y otra vez el terrorismo en Perú a un problema de imagen inflado e
hiperdestacado por los medios de comunicación internacionales.
Crisis gravísima
La realidad es que bajo el
suave derechismo democrático de Belaúnde el nivel de vida cayó en un 30%, los
cinco millones de empleos prometidos se han reducido en la pérdida de dos
millones de puestos de trabajo, la inflación del 50% anual de hace cinco años
se ha disparado al 272% estimada para 1986 y la deuda externa recogida de 8.000
millones de dólares hoy alcanza los 14.900 millones.
Y el terrorismo de Sendero
Luminoso, cuyo nacimiento junto a la democracia de Belaúnde no es, ciertamente,
atribuible a éste, fue combatido bajo el pésimo sistema de dejarles las manos
libres a las fuerzas armadas. Así, en los picos andinos, a 5.000 metros de
altura, hasta la infantería de Marina -la Armada no renuncia a su ración de
guerra- combate un hosco y sanguinario terrorismo maoísta con métodos no menos
desagradables. La degollina andina dura ya cinco años, con su correspondiente
saldo de muertos por ambos bandos y el lamentable añadido de los desaparecidos,
seis departamentos en estado de emergencia y periódicas atrocidades en las
inclementes serranías. Y junto a Sendero, el terrorismo urbano de Tupac Amaru
parece ya firmemente instalado en Lima.
La revolución militar de
1968-1980 -uno de los más interesantes procesos de transformación social no
marxista que ha deparado América Latina- pretendió la modernización del Estado
bajo una pauta fuertemente nacionalista. Expropió a las extractoras estadounidenses
de petróleo, desterró de las costas peruanas a los pesqueros que esquilmaban
sus aguas, nacionalizó los grandes diarios de la burguesía limeña y repartió
profusamente tierras entre el campesinado quechua y aymará, sobre el que se
quiso recostar la revolución.
Regresa Belaúnde
La desvertebración crónica
de las sociedades de los Andes superiores -Bolivia, Perú- pudo finalmente con
los bienintencionados vertebradores. Perú es un país intrincado, de difíciles
comunicaciones, revuelto sobre sí mismo entre las cordilleras, las selvas
amazónicas y los desiertos costeros, poblado por 20 millones de habitantes, de
los que un 4651. son amerindios puros, 38% mestizos y un 5% negros, japoneses o
chinos. La minoría restante, blanca, o al menos parte de ella, gobierna el
conjunto amablemente instalada en los refinados barrios limeños de Miraflores o
San Isidro.
La revolución de Velasco
Alvarado se frustró con la propia incompetencia política de los militares que
planificaron su revolución como un desembarco y terminaron enfangados en su
propio voluntarismo. La dureza de los indicadores económicos y la división
interna entre las propias fuerzas armadas propiciaron el repliegue de 1980. Y
entonces Belaúnde Terry regresó democráticamente al poder, casi caminando sobre
las aguas, como si nada hubiera ocurrido en el interregno.
Descontó pausadamente los
logros revolucionarios de los militares, devolvió tierras, periódicos y
petroleras, y gobernó el país con criterios suizos, mejorando arcenes de
carreteras y bocanas de puertos. Mientras, Perú, empobrecido por la crisis
económica internacional y cobrando menos dólares por mayores exportaciones, se
veía sacudido por el extraño y remoto Sendero Luminoso, fundado hace 10 años en
Ayacucho por Abimael Guzmán, que pretende cercar a las ciudades,
desabastecerlas, revolucionarias por hambre y arrasarlas.
Cinco años de gobierno de
Acción Popular en el que Belaúnde ha mantenido a un ministro del interior y
luego primer ministro -Luis Percovich, que admite públicamente tener visiones de
la Virgen del Perpetuo Socorro depararon finalmente el triunfo del aprismo. El
Gobierno de Acción Popular no quedó el segundo en las votaciones del 14 de
abril, sino el cuarto, con un 6,25% de los sufragios, detrás del 50% de la
Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), del 21 % de Izquierda Unida,
liderada por el alcalde de Lima, Alfonso FrejolitoBarrantes,
y del 10%, de Convergencia Democrática, coalición derechista horrorizada ante
la mansedumbre de Belaúnde.
Tras los fracasados 12 años
de revolución militar, y después de cinco años de navegación democrática en las
nubes, un aire de esperanza y de cambio recorre Perú. Y por primera vez la
Alianza Popular Revolucionaria Americana, fundada hace 30 años por el
legendario Víctor Haya de la Torre, eterno aspirante al poder frente al odio
militar, que llegó a acuñar el eslogan "Tiñamos nuestras bayonetas de
sangre aprista", llega juvenilmente al poder de la mano de un impetuoso
abogado de 36 años.
Agotado el peronismo por su
desgaste en el Gobierno, la muerte de su caudillo y sus divisiones internas, un
nuevo populismo americano sube a la palestra, incontaminado por el poder y
sobreviviendo vigorosamente a su fundador. La APRA es un partido de izquierda
democrática, fuertemente americanista, interclasista, tercermundista y
antimperialista, tal como se entiende y se sufre el imperialismo -la ominosa
prepotencia económica estadounidense sobre sus hermanos americanos- desde esta
orilla de los océanos. También cabría matizar que es un partido occidentalista y
de raíz cristiana y con tan escasas simpatías por el comunismo como las que
pueda tener el movimiento fundado por Perón.
El joven Alan García hereda
unas cargas de Gobierno bastante desastrosas, además de la histórica
desarticulación social de la nación. El 65% de los niños entre uno y cinco años
padece desnutrición crónica; y Pilar, la esposa argentina del nuevo mandatario,
ya está recorriendo los poblados
jóvenes limeños organizando ollas populares y repartiendocacerolas
gigantes y donativos para expender raciones calientes. El problema básico,
itinerante e inquietante de muchos países de América Latina -pobreza
generalizada en países potencialmente ricos- es en Perú el punto de partida de
Alan García.
Un programa de esperanzaDe
su Gobierno cabe esperar un tratamiento más agresivo de la deuda externa frente
al Fondo Monetario Internacional y el club de acreedores, en alianza con los
demás países tercermundistas, pero sin llegar a niveles revolucionarios de
rompimiento de la baraja financiera; su economía interna girará en torno a la
agricultura, de la que pretenderá hacer un pivote para recuperar las
exportaciones y mejorar básicamente las condiciones de vida de la mayor parte
de la población.
Dada la histórica enemistad
entre las fuerzas armadas y la APRA -que casi se llegaron a ver rivales en
nacionalismo-, no es de esperar que Alan García recorte drásticamente los
elevados presupuestos militares peruanos, mantenidos y hasta alentados por
Belaúnde, y que rayan en el militarismo; y, por último, es perfectamente
esperable un fuerte intervencionismo estatal en el control de precios y un
empuje regeneracionista y ejemplificador en temas como la corrupción
administrativa y el auge del narcotráfico.
¿Cuál es el clima? Se ha
repetido muchas veces que el escepticismo y el mal de Chagas -una mosca que
defeca en su picadura envenenando de por siempre la sangre- son endémicos en
América del Sur. Alan García trae todo el ímpetu de su juventud y un cambio
largamente esperado, y eso insufla alivio y esperanza. Pero a nadie se le
oculta que, también va de cabeza contra una economía declinante, una corrupción
encofrada, una dependencia internacional muy fuerte y hasta contra la pasta
básica de cocaína, primer producto exportador clandestino del país. La locura
básica del destructor Sendero Luminoso espera.
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