Las elecciones generales en Bolivia se realizarán definitivamente
el próximo domingo, día 14 de julio. Por falta de quórum no pudo reunirse ayer
el Congreso boliviano, como deseaba el Gobierno, para atrasar las elecciones
del domingo hasta el 15 de septiembre, por lo cual los comicios se celebrarán
en la fecha prevista.
Sólo 47 diputados
se presentaron en el Congreso, de un total de 130, y cinco de los 27 senadores,
razón por la cual el presidente de la Cámara de Diputados, Samuel Gallardo,
ordenó suspender la sesión extraordinaria del Congreso.El Gobierno, la Central
Obrera Boliviana, y casi toda la izquierda querían retrasar tres meses las
elecciones, mientras la derecha y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria
(MIR) estaban a favor de celebrarlas este domingo.
El Congreso
extraordinario de Diputados (130)- y Senadores (27) que debía estudiar la
petición presidencial de aplazar las elecciones generales del domingo en
Bolivia hasta el próximo 15 de septiembre estaba citado para las tres de la
tarde de ayer, hora boliviana (nueve de la noche en Madrid), en La Paz.
Ante la falta de quórum -la mitad más uno de los congresistas- era
improbable que el Congreso pudiera decidirse sobre el aplazamiento.
Sólo albergando
veladas dosis de insensatez se podían hacer pronósticos políticos en esta
República, pero estaba en
el ambiente que
las elecciones generales del domingo se celebrarían y que el congreso de ayer
no habría reunido el quórum necesario. La casi totalidad de los congresistas se
encontraba en campaña electoral y la mayoría de los partidos no deseaba que
regresasen a tiempo a La Paz para la cita extraordinaria del poder ejecutivo.
Para ello y sin
incurrir en desacato tenían dos excusas: el Gobierno había de proveerles de
fondos y transporte para regresar con urgencia a la capital política -la
histórica y judicial es Sucre-, y las comunicaciones interiores son
absolutamente imprevisibles; las intrincadas redes ferroviarias y camineras
pueden ser cortadas durante horas y hasta durante semanas por cualquiera de las
innumerables huelgas activas que padece el país o hasta por el cruce y
autoestabulación entre las filas o en el camino de un altivo rebaño de llamas.
Pero todo eran
disquisiciones sobre el sexo de los ángeles constitucionales ante la realidad
de que una mayoría de la opinión pública, la oposición de derecha y
centro-derecha que se sabe triunfante, las Fuerzas Armadas, la Iglesia católica
y la embajada de los Estados Unidos deseaban que se cumpliese el compromiso
electoral de pasado mañana. Sólo el partido del Gobierno -Movimiento Nacional
Revolucionario de Izquierdas-, seguro derrotado en los comicios, la extrema
izquierda que propugna el rechazo a las elecciones y los poderes fácticos de la
Central Obrera Boliviana y los sindicatos, pretendían el aplazamiento.
Graves irregularidades
Sobre unos siete
millones de votantes, se han inscrito en los censos algo más de dos millones de
ciudadanos, sólo el 70% de los supuestos electores, y se estima que de éstos al
menos un 20% se abstendrá de ejercer su derecho. Por otra parte, se han
detectado graves irregularidades en la confección de los censos en las zonas
cantoneras sujetas a una rápida emigración hacia los centros urbanos. Bajo
estas premisas, el Gobierno y los sindicatos querían hacer valer el retraso
electoral.La oposición democrática, al margen de la Alianza Democrática
Nacional del general Hugo Bánzer, que no duda de su triunfo, aduce que el país
puede darse con un canto en los dientes si vota la mitad del censo y que tal
porcentaje es admisible e incluso excelente en cualquier democracia
parlamentaria; en las elecciones que habrían de repetirse en caso de
comprobación de un solo fraude y que en los distritos en los que no se haya
tenido tiempo de elaborar censos fiables los comicios pueden celebrarse el
domingo siguiente al de la elección.
La realidad es
otra y los errores y hasta violaciones del censo son una excusa que empaña el
problema general. Una inflacción que economistas igualmente competentes puntuan
entre el 8.000% y el 12.000% anual, más la acumulación de fallos estructurales
congénitos -economía de la cocaína y contrabando institucionalizado-, el
entreguismo de Siles a las continuas reivindicaciones salariales de los
sindicatos, han propiciado un giro a la derecha del país.
El dinero ha
quedado destruido; la habitación de un hotel cuesta 24 millones de pesos
bolivianos diarios, más el 20% de impuestos, y el precio se alza por semanas.
Un diario cuesta 100.000 pesos y el dólar negro, en continua trepada, se
cotizaba ayer a 750.000 pesos bolivianos. No hay suficientes bolsillos para
guardar los billetes.
Como en
Argentina, los políticos especulan con la necesidad de dar muerte al peso
inflacionado y cambiar el signo de la moneda, pero no pueden, como el Gobierno
de Alfonsín, congelar salarios que en Bolivia alcanzan los 12 dólares
mensuales.
En este contexto
es en el que se ha nutrido la propaganda electoral del ex dictador Hugo Bánzer
-a quien los sindicatos acusan de estar financiados por el Partido Republicano
estadounidense- que permita un Gobierno fuerte.
En estas extrañas
vísperas electorales convocadas anticipadamente por el Gobierno y que el
Gobierno quería retrasar, los sindicatos están realizando una prueba de fuerza
que, pese a su magnitud, no es ni mucho menos la más grave de las sufridas en
los últimos años por el Gobierno constitucional: huelgas en el Banco Central de
Bolivia, entre los maestros, los mineros y los zafreros; serias posibilidades
de que se interrumpan coactivamente las comunicaciones terrestres y aéreas el
día de la votación; 200 cartuchos de dinamita decomisados en las últimas 48
horas y sólo en La Paz, por la policía de manos de extremistas...
Por lo demás, La
Paz -raro nombre para una ciudad donde durante el golpe del general García Meza
contra la presidenta Lidia Gueiler en julio de 1980 se produjeron 1.500 muertos
y 2.500 detenciones- vive una calma bastante completa y se confía no sea el
calmón que precede a las tempestades. Pese a todo la campaña es apreciablemente
correcta y, salvo excepciones, los candidatos no se agreden desaforadamente
como en elecciones anteriores.
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