Habría que recurrir a Freud,
socorrido por la tradición latinoamericana del caudillaje, para explicar en las
elecciones bolivianas de hoy la búsqueda afanosa de un padre que ponga orden en
el caos de la vida y el frenesí canceroso de las izquierdas por dividirse y
multiplicarse hasta el infinito en una huída constante de cualquier norma
rectora posibilista.Setenta y nueve agrupaciones políticas concurren a estos
comícios, de las cuales 40 pertenecen a la izquierda clásica, y hubieran sido
más de no haberse agrupado varios partidos ni más ni menos que en tres frentes
populares. El fenómeno de la izquierda latinoamericana, envenenada pero
certeramente retratada por Mario Vargas Llosa enHistoria de Maika, encuentra en Bolivia su más exacta
expresión.
Como afirma Roberto Jordán
Pando, el candidato presidencial derrotado de antemano del gubernamental
Movimiento Nacional Revolucionario de Izquierda (MNRI), "Bolivia es un
país izquierdista". Su oligarquía nacional, antaño representada por la rosca -la mafia, latrenza, el grupo de presión- encabezada por la
familia Patiño (rey del estaño), sólo ha contemplado al país como un extenso
yacimiento.
Un 60% de su población
puramente quechua y aymará permanece en sus costumbres, en sus idiomas, en sus
tradiciones cooperativistas y en su pobreza precolombina; lo que denominaríamos clase media es una caricatura de sus homólogas
chilena, peruana, brasileña o argentina, sin llegar a hacer referencia de la
clase media europea o estadounidense Es un país territorialmente expoliado por
sus vecinos Chile -que le arrebató la costa en la guerra del Pacífico- y
Paraguay -que le cercenó El Chaco en la guerra por el petróleo en 1932-1935-, y
la mayoría de sus habitantes son lisa y llanamente pobres de solemnidad.
40 posibles candidatos
En este contexto el
comunismo boliviano, que habría encontrado un excelente caldo de cultivo en las
intactas estructuras del incanato, cayó mayoritariamente en e trotskismo.
La izquierda tradicional,
así sometida a su propia metástasis ofrece 40 posibles candidatos a la
presidencia de la República, en frentados a muerte entre sí, con lo que queda
autoexcluida de cualquier posibilidad de gobernar Además no se andan por las
ramas: el Partido Obrero Revolucionario, por ejemplo, no tiene re paro en
clamar que edificará un ejército popular sobre las cenizas de las actuales
fuerzas armada bolivianas.
Lo peor de la situación es
que la enfermedad infantil del socialismo ha calado en la Central Obrera
Boliviana, capitaneada por el legendario Juan Lechín -aristócrata,
revolucionario, de 70 años, cinco matrimonios, el último con una señora de 30
años-, y en el Sindicato Único de los Campesinos.
La COB llegó a despachar al
general Juan José Torres, derrocado por Bánzer y asesinado por la Triple A en
Buenos Aires, como "pequeño burgués", negándose a colaborar con su
Gobierno, y ha sumido en la miseria institucional a la última Administración de
Hernán Siles Zuazo, que llegó a hacer una huelga de hambre en el palacio
presidencial como protesta por la irracional presión sindical.
En definitiva, al grito de
"¡fascista el último!" la izquierda bofiviana se ha lanzado
históricamente a una frenética carrera por la pureza ideológica y
revolucionaria que, además, carece de sentido para los bolivianos más
desposeídos. Ernesto Guevara de la Serna lo comprendió tardíamente, al precio
de su propia vida, aíslado en la selva y sin encontrar el apoyo de un
campesinado que no entendía nada.
Pero no por todo lo anterior
Bolivia deja de ser una sociedad objetivamente de izquierdas que encontró su más
alta expresión en la fracasada experiencia socialista de 1952-1964, capitaneada
por Víctor Paz Estenssoro, al frente de un Movimiento Nacional Revolucionario,
nacionalista, no marxista pero tampoco anticomunista, populista, y finalmente
escindido en el Movimiento Nacional Revolucionario de Izquierda del actual
presidente Hernán Siles Zuazo y en el Movimiento Nacional Revolucionario
Histórico del propio Paz Estenssoro. Paz es ahora candidato presidencial y ha
girado abiertamente a posiciones de centro derecha. Este cambio de rumbo no es
precisamente nuevo, ya que colaboró en 1971 con la cruenta dictadura del
general Bánzer que derrocó a Juan José Torres.
Toda la teoría historicista,
sin embargo, se derrumba ante las ruinas de la última Administración de Siles
Zuazo, electo en 1980 con la coalición del MNRI y del Partido Comunista
Boliviano. El arruinamiento endémico del país -muy rico en recursos-, el
desvertebramiento de su sociedad y el entreguismo de Siles a la izquierda
maximalista sindical sólo ha dejado dos opciones electorales con posibilidades
de victoria: el MNRH de Paz Estenssoro (un continuismo reformista formal, más
firme ante los sindicatos y sedicentemente derechista) y la Alianza Democrática
Nacional (ADN) del ex dictador Hugo Bánzer.
El partido de Bánzer escarba
en el fango de la hiperinflación y rebaña votos de los estupefactos bolivianos
cargados de billetes que no valen para comprar un paquete de cigarrillos y que
están cansados de la nómina diaria de las huelgas: mano dura, intervencionismo
estatal en los conflictos entre trabajadores y empresarios, apertura generosa a
las inversiones extranjeras, retrepamiento en Estados Unidos para escapar de la
crisis.
El MNRH de Paz ocupará el
segundo puesto en la carrera electoral y, presumiblemente, el Movimiento de
Izquierda Revolucionario (MIR) de Jaime Paz (un equivalente de las
socialdemocracias europeas), el tercero. El resto de los partidos, al menos en
estos comicios, son comparsas electorales. Por lo demás, no se espera que
Bánzer logre la mayoría absoluta y el Congreso deberá decidir entre el 2 y el 6
de agosto quién gobierna este país.
Camacho dimite
A pocas horas de abrirse los
colegios electorales, el ministro de Asuntos Exteriores, Edgar Camacho Omiste,
renunció ayer a su cargo, un día antes de los comicios, por diferencias con las
Fuerzas Armadas, a raíz del establecimiento de relaciones diplomáticas de
Bolivia con China Popular. Camacho presentó su renuncia en la tarde de ayer al
presidente Hernán Siles Suazo.
A su vez, Juan Lechín,
secretario ejecutivo de la Central Obrera Boliviana, anunció ayer que no votará
en las elecciones de hoy. Lechín dijo que para los trabajadores, las elecciones
"son un acto intrascendente".
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