El Gobierno ha entrado en
una narcolepsia ante los recientes incidentes de Melilla tal como les sucede a
algunos pacientes a quienes se le provoca un coma inducido para evitar dolores
insoportables y /o sufrimientos cerebrales. No es un mal tratamiento eso que el vulgo definiría a veces como hacer el tonto.
El problema con Marruecos es su reivindicación
soberanista sobre Ceuta, Melilla y las
Islas Canarias y los rifirrafes fronterizos solamente son pretextos y pataletas
de colegio. En éste tema tiene razón el ministro Moratinos aunque solamente toca una parte -la que le
conviene- y se olvida del todo. Pero de la bucólica impavidez pasamos nosotros mismos a la alarma cuando se
anuncia una próxima visita de nuestro Rey a Rabat. Con Marruecos nos iba muy bien
cuando una de las hermanas del
sultán, Comendador de los Creyentes,
cogía un helicóptero para visitar a un
torero conocido en su finca extremeña. Por lo menos venía ella, porque en las visitas de mucho
protocolo, siempre somos nosotros
quienes les hacemos las reverencias a
Rabat pero por Madrid no se ve una chilaba. La diplomacia con Marruecos debe
equivaler a los monótonos pensamientos
del burro uncido a la noria. Si Rodríguez Zapatero le pide al Rey que visite a “su hermano menor” es que se está
rompiendo el arzón porque Don Juan Carlos
aun está convaleciente y su agenda se ha adelgazado bastante. Le han
prohibido los puros y, encima ZP, le impele a ser un Rey Mago para colocar
cataplasmas a estrictos asuntos de
gobierno. Mohamed VI siempre ha entendido que acordaría antes con el PSOE que
con el PP, al que demoniza desde” Perejil”. ¿ Por qué Zapatero no vuela, se va a tomar un té moruno, y no continúa desfondando el mar
con una cesta? Lo que no sepa
hacer el Gobierno tampoco debiera
hacerlo el Rey excepto que medie una crisis institucional. Quizás haya algo más
que “ la bulla de Melilla” y nosotros no
lo sabemos.
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