8/8/10

LA ERA ATÓMICA (8-8-2010)

Los pacifistas tienen a Albert Einstein por un icono, quizás que ignoran que escribió varias cartas a Franklin Delano Roosvelt, poniéndole al tanto que era posible la fusión del átomo desatando energías insospechadas. Luego en la Estación secreta de Álamo gordo, Robert Oppenheimer,  un físico deslumbrante,  paso´ de las ecuaciones a los hechos. Hace sesenta y cinco años Hiroshima fue arrasada, por casualidad, ya que había otras dos ciudades prioritarias pero fueron descartadas por malas condiciones climáticas. Cada aniversario el pujante antiamericanismo recuerda que sólo EEUU ha atomizado dos grandes centros urbanos de muy dudosa utilidad militar. El General Tojo quiso suponer que sus adversarios sólo disponían de una bomba nuclear y hubo que martirizar a Nagasaki, para poder obtener la rendición incondicional.  Pero el detonante fue Okinawa: con cien mil bajas japonesas y  un resto irrisorio de heridos y prisioneros; otros cien mil estadounidenses fueron muertos o heridos y cincuenta mil civiles japoneses murieron combatiendo o suicidándose en sus casas. Hay documentales que muestran a niños, mujeres y ancianos nipones despeñándose por los acantilados. Pelotones de marines fueron atacados por mujeres japonesas armadas de lanza.  El general Marshall, jefe del Estado Mayor Conjunto,  evaluó en 2.000.000 las bajas americanas si se hubiera desembarcado en las islas centrales del Japón. El Presidente Truman, apodado  “ el camisero de Missouri “ , tenido por hombre sin carácter, inauguró la era atómica para evitar que una marea de sangre ( también japonesa ), y frenar a la URSS que ya ocupaba las Islas Kuriles y podía partir al Japón como después se dividió a Europa, y para evidenciar la  hegemonía militar americana, quizás el menos nobles de sus propósitos. Pero  los EEUU no fueron en aquellas horas terribles un Moloch cruel y sanguinario. Precisamente es en Japón donde el rancio indocumentado antiamericanismo europeo no tiene cabida.

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