Cuando al borde del parto
la ministra Carme Chacón voló a Afganistán la acompañó un cardiólogo para
monitorizarle el corazón. Me pareció un exceso de prudencia y pregunté a mi
círculo de médicos, que son unos chismosos: “Tiene el corazón del revés con un
ventrículo obturado; una cardiopatía congénita, nada rara, que te permite hacer
una vida normal”. Me olvidé de la indiscreción por mi reverencia a la
confidencialidad médico-paciente, pero es que la ministra acaba de hablar
públicamente de su condición física para estimular a quienes también la
padecen, lo que la honra. El caso es que Chacón
ha estado siempre en las quinielas
sucesorias de Zapatero, y con el faisán abierto en canal sobre la mesa de
Rubalcaba, repunta la chica más querida por el Presidente. Que La Moncloa agota
es una leyenda urbana para que nos apenemos de sus habitantes; la Gobernación
sólo exprime a quién no sabe organizar su trabajo. En éste país de
hipocondríacos publicitar tu cuadro clínico se parece a un suicidio político. A
más de la humanitaria y aplaudible ¿ tiene la revelación de la ministra una lectura
política ?. ¿ Quiere, sutilmente, quedarse fuera de la herencia de Zapatero ?.
Mi querida Pilar Miró me dejaba palparla un seno para notar en la piel el ruido
metálico de sus válvulas. Hasta fumaba. Recordamos la escalera en la que se
derrumbó, y a los futbolistas Antonio Puerta y Dani Jarque. Los pacientes
congénitos se preparan desde el nacimiento para una vida longeva. Pero ¿
también para la rastrojera vida política?.
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