Ayer la izquierda abertzale
habrá presentado su decimocuarta agrupación política, desde Herri Batasuna a
D3M ( Democracia 3 Millones ) o
Askatasuna, ilegalizadas de oficio por
Interior o por sentencias de la Audiencia Nacional y el Tribunal Supremo. Acaso
se rebauticen como “Paladines del amor al prójimo“ , pero como le decía el
conejo blanco a Alicia en su país de las maravillas “ lo importante no son las
palabras; lo importante es saber quién
manda”. La Historia contemporánea enseña
que las organizaciones terroristas se dotan de un brazo político para presentarse en
sociedad. Que Batasuna, y por extensión el abertzalismo, es el partido
de ETA está en nuestra
jurisprudencia. Es necesario,
pero no suficiente, que la correa de trasmisión de ETA condene la violencia pero sólo obtendría
legitimidad democrática tras la disolución
del motor etarra. El Presidente y los amanuenses del Nuevo Socialismo
estiman de buena fe que introduciendo a la rama política en las Instituciones
se calmará el apetito homicida del
cocodrilo, facilitándoles nuestros datos y nuestros impuestos. Ya se sabe que
el infierno está empedrado de buenas intenciones. Si se inhabilita preventivamente el nazi-fascismo, la negación
de la Soah o la difusión de “ Meinf Kampf “, ¿cómo podemos aceptar la legalización de quienes sostienen o justifican moralmente la lucha
armada en una democracia ?. Me
gustaría ver “ El triunfo de la voluntad “ de la
cineasta Leni Riefenstahl sobre las
Olimpíadas de Berlín, de Hitler y Jesse
Owens, pero la cinta está incautada por el Ejército estadounidense, dado su
poder publicitario del mal. Como debe ser.
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