Primero Ángela Merkel y
ahora David Cameron dan por fracasado el multiculturalismo en Europa. Sarkozy
no lo dice, pero lo asume, y en Holanda y los Países Nórdicos se incuba el huevo de la serpiente. Multiétnicos, por
supuesto; multirreligiosos, también; multitolerantes, por encima de todo, pero en
ambas direcciones. El multiculturalismo
mix es herencia del sueño alquimista por
la piedra filosofal que nunca se halló y sólo condujo a la fabricación de una
excelente porcelana centroeuropea. El mix cultural sólo ha dado para la
vestimenta de moda entre los adolescentes antisistema. Zapatero designó su representante para la Alianza de
Civilizaciones al diplomático Máximo
Cajal. De su aporte intelectual sólo se conoce el libro “¿ Dónde acaba España”?
en el que propone la devolución de Olivenza a Portugal, la entrega a Marruecos de Ceuta y Melilla, y
la aceptación de la colonia gibraltareña. Se echa en falta el reconocimiento de
los antiguos propietarios del Califato de Córdoba, pero todo se andará. Suiza
ha prohibido los minaretes para no hacer
ostentosas las mezquitas, que florecen en Cataluña más esplendorosas que en el
resto de España. Tenía razón Marta Ferrusola, señora de Jordi Pujol:” Nuestro
problema no será el castellano, sino el árabe”.
Artur Más acabará convocando
referéndums de juguete para independizarse del Magreb. Esto del
multiculturalismo y la Alianza es viejo:
Santo Tomás de Aquino, Maimónides y Averroes intentaron conciliar el
cristo-judeo-islamismo con Aristóteles, rompiéndose los dientes mentales. ZP, el grande, tiene la receta.
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