Predicaba Ignacio de Loyola
que en tiempos de tribulación no hacer
mudanza. Tan sabia recomendación es la antítesis de la estrategia del
Presidente Zapatero que siempre mueve los muebles cuando hasta le caen los
palos del sombrajo. Rubalcaba nos quita
velocidad para ahorrar un barril de
petróleo y financiarse con más multas, otro impuesto aleatorio. Leire Pajín no podía estarse quieta tras su
tabacazo porque a confesión propia no
funciona con argumentos sino por
testosterona. Me recuerda a un ministro del Aire de Franco del que se decía que no volaba por
instrumentos sino por cojones. La
indocta que lleva Sanidad sin haber acabado ni sociología, coloca en la pista
de salida una ley sobre la muerte digna.
Asegura que no tendrá que ver con la
eutanasia, igual que la sífilis no está relacionada con el sexo. Este es, sin
duda, uno de los principales problemas de la sociedad española. Morir
dignamente es lo que necesitan cinco millones de parados sin expectativas. En el Eclesiastes se lee
que el hombre no conoce su hora pero Leire nos va a poner el reloj al segundo con
la infusión intravenosa de Propofol. No dotará a los hospitales de unidades de cuidados paliativos porque no
tiene dinero y opta, como el doctor Montes, por dejar las camas libres
empujando a los terminales hacia el más allá. Otro reflejo del resolutivo
nacional-socialismo. Ya no hablaremos de
economía, corrupción, sucesión, sino de la muerte de Leire. La señorita no ha
inaugurado el canal del parto dando vida pero quiere legislar la muerte. Si
dura en Sanidad pondrá en el cachete del
culo de los que sobrevivan al aborto una pegatina con la fecha de caducidad.
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