Hasta última hora de la
tarde del jueves la respuesta a la orden de huelga general decretada por la
Confederación General del Trabajo argentina (CGT) era escasa y confusa.Las
radios y estaciones de televisión emiten normalmente, y en las redacciones de
los diarios se discute en medio de fuertes enfrentamientos el acatamiento de la
huelga; el servicio telefónico nacional e internacional por operadores trabaja
como de costumbre -caóticamente, pero trabaja-, y el comercio ha abierto sus
puertas.
Las primeras impresiones
sugieren que hasta un 60% del profesorado ha concurrido a sus aulas, pese a la
adscripción a la huelga de sus gremios, aunque muchos padres no enviaron a sus
hijos a los colegios en el entendimiento de que los maestros no concurrirían a
las clases.
El transporte de superficie
funciona con toda normalidad por dos razones, una principal y otra secundaria.
La principal reside en que este transporte es privado con un elevado número de
autopatronos que sólo secundan las huelgas en casos realmente extremos y
sentidos, y éste no lo es. La razón secundaria estriba en que la Central
General del Trabajo ordenó a los trabajadores de automotores trabajar para
poder trasladar y devolver a sus hogares a los concentrados en el microcentro
urbano porteño para escuchar a los cosecretarios generales de la central
sindical, Ubaldini y Borda.
Con esta medida, la Central
General de Trabajo garantiza la asistencia a su concentración de las tres de la
tarde y escamotea la comprobada realidad de que los transportistas no secundan
sus huelgas. Respecto al transporte aéreo, Aerolíneas Argentinas se ha visto
obligada a retrasar vuelos nacionales e internacionales ante la huelga de sólo
uno de los seis gremios que integran la empresa.
Libertades sindicales
El ministro de Trabajo argentino
ha declarado que la huelga -la tercera organizada por la Central General del
Trabajo en 20 meses de gobierno democrático- será aceptada como legal y que el
Gobierno defenderá a ultranza las libertades sindicales. No obstante, ha
recordado que a todos los funcionarios públicos que secunden el paro les será
descontada su jornada laboral.
La Central General del
Trabajo, insegura sobre los resultados de su nueva prueba de fuerza y
contestada desde muchos sectores del propio peronismo, estableció un extraño marco huelguístico, entre las once de la mañana y las once
de la noche, dentro del cual cada gremio podía escoger el horario de su
demostración huelguística: los más extremistas aspiran a parar las 12 horas, y
los menos convencidos han organizado paros demostrativos de una hora por turno
de trabajo.
En la concentración
vespertina, los cosecretarios de la CGT, Ubaldini y Borda, insistirán en que la
recuperación económica argentina pasa por una moratoria unilateral de pagos de
intereses y capital de la deuda externa, en la creciente desocupación y en la
caída del salario real. La concentración, sin lugar a ningún género de dudas,
es el comienzo de la campaña peronista para las elecciones legislativas
parciales del 3 de noviembre.
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