Víctor Paz Estenssoro juró
el martes como presidente constitucional de la República de Bolivia con un
discurso en el que prometió gobernar con autoridad y sin admitir la anarquía.
Anunció que su Gobierno adoptará un tipo de cambio único y real y que recurrirá
a los capitales extranjeros para nuevas exploraciones y mejoramientos de la
producción petrolera y minera del país. La cúpula militar boliviana ha sido
ratificada en sus cargos hasta fin de año, y se especula con que el ex
presidente saliente, Hernán Siles Zuazo, pueda ser designado nuevo embajador de
Bolivia en Uruguay.
Sólo tres jefes de Estado
estuvieron presentes en la transmisión de poderes de Siles Zuazo a Paz
Estenssoro: Raúl Alfonsín, por Argentina; Belisario Betancur, por Colombia, y
Julio María Sanguinetti, por Uruguay. Resultó así ruidosa la ausencia del
presidente peruano Alan García, a hora y media de vuelo entre Lima y La Paz, en
la transmisión presidencial de un país hermano entre los hermanos: Bolivia no
es otra cosa que el Alto Perú escindido en nación independiente por las
maquinaciones de Simón Bolívar. Las intenciones de García de reactivar el Grupo
Andino no empiezan precisamente con el mejor pie tras este abierto desaire al
nuevo Gobierno de Víctor Paz.Durante los actos protocolares de transmisión del
mando todas las miradas estaban puestas en Gonzalo Sánchez de Lozada,
presidente del Senado y del Congreso de Diputados y senadores, confeso no
hispanohablante -se educó y vivió en Estados Unidos sin que sus progenitores o
tutores pusieran excesivo empeño en que dominara la lengua de su patria- y, más
correctamente, macarrónico farfullador del español. La osadía que le permite su
talento -no es un hombre trivial- le impulsó a pronunciar un discurso de
ocasión y además poético. El presidente no hispanohablante del Congreso
boliviano mencionó al churqui, un árbol de copa frondosa que crece en los
fértiles valles de Taríja, como símbolo de la democracia boliviana, que también
crece lenta pero segura y ampara a todos los ciudadanos. El problema consistió
en que el presidente no hispanohablante se refirió al churqui corno al gran
árbol símbolo del altiplano. Paz Estenssoro le miraba con odió. El presidente
del Congreso no sólo parece ignorar el idioma oficial de su país sino su propia
geografía, fauna y flora: en el altiplano no crecen árboles, y menos el churqui.
Aunque Paz Estenssoro quiso rectificarle en un susurro, la megafonía del
palacio legislativo amplificó perfectamente la reconvención presidencial:
"Por favor, diga que el churqui es tarijeño".
No terminaron ahí las cosas.
El presidente no hispanohablante del Congreso portaba la banda presidencial que
impuso a Víctor Paz y la gran medalla del mariscal Sucre que debía imponer al
vicepresidente, Julio Garrett.
Hizo lo correcto con Paz
Estenssoro, pero dio posesión al vicepresidente olvidándose del gran colgajo.
Garrett, tras ser investido jurídica pero no formalmente, comenzó a hacerle
señas y guiños para que se quitara la medalla y se la impusiera. Gonzalo
Sánchez de Lozada no entendía nada y, finalmente, a las voces, el
vicepresidente Julio Garrett le espetó: "¡la medalla, que me falta la
medalla!", entre las risas de todos los presentes.
Paz y Garrett, ya
investidos, se trasladaron al lindero palacio Quemado para tomar juramento al
Gabinete ministerial. Hubo que esperar, entre nervios y corridas de los
funcionarios responsables del protocolo, por cuanto Guillermo Bedregal,
ministro de Pla.neamiento y Coordinacion -precisamente- estaba en cama con
gripe y no se quería levantar, aunque finalmente le trajeron a palacio. El
ministro de Educación y, Cultura -también precisamente-, Enrique Ipiña,
apareció en el último momento, ojeroso, demacrado, sin afeitar y sin corbata
-le prestaron una para el juramento-, acabado de llegar por carretera desde la
ciudad de Oruro, adonde había ido a visitar a su enfermo padre.
Despedida de Siles
Previamente, Hernán Siles
Zuazo se despedía de la gobernación de su país con un discurso en el que
recordó que durante su gestión nadie sufrió cárcel, persecución o exilio, que
el Parlamento fue una trinchera para impedir la acción de su Gobierno, y que no
menos enfrentamiento y falta de colaboración encontró entre la empresa privada
y los sindicatos. Vino a proponer un gran pacto político y social para superar
la crisis perpetua boliviana.El ya presidente de Bolivia, Víctor Paz Estenssoro,
pronunció un discurso de asunción plano y bien intencionado, en el que, acaso
con la escasa convicción que delataban las inflexiones de su voz, prometió un
cambio único y permanente de la moneda combatir la corrupción y el tráfico de
droga, elevar el Producto Interior Bruto y el ingreso per cápita y distribuirlo con mayor justicia
social. Los parlamentarios banzeristas presenciaron desde sus escaños la sesión
de investidura con muestras de desagrado, abulia y desprecio.
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