Víctor Paz Estenssoro juró
anoche como 75º presidente boliviano (38 constitucionales y 37 de facto) en un
solemne acto desarrollado en el palacio legislativo, junto a la sede del
Gobierno. El presidente saliente, Hernán Siles Zuazo, tenía previsto leer un
informe a la nación enumerando los desastres económicos, políticos e
institucionales que forzaron el adelantamiento de las elecciones.
El presidente del Senado y
del Congreso de los Diputados y senadores, Gonzalo Sánchez de Lozada, quien,
educado en Estados Unidos, farfullea con dificultad el español, era el
encargado de tomar juramento al nuevo presidente. Una parada militar debía
rendirle posteriormente honores y, ya en el palacio Quemado, poblado de
fantasmas de presidentes derrocados, asesinados, suicidados o linchados, Víctor
Paz, ya esta madrugada hora española, debía tomar juramento a su gabinete.Pero
el sombrío panorama de unas elecciones anticipadas logradas por la Conferencia
Episcopal boliviana para evitar un baño de sangre se alivia con el hecho de que
por primera vez en la historia del país, un Gobierno constitucional entrega el
poder a un partido de la oposición electo democráticamente en las urnas.
Con todos los problemas es
un hecho destacable en no suficientemente reconocido esfuerzo de las naciones
del cono sur latinoamericano por asegurar, entre dificultades ingentes, la
estabilidad democrática.
Tres presidentes de países
hermanos -Argentina, Uruguay y Colombia- iban a asistir a los actos de toma de
posesión. El argentino Alfonsín, el colombiano Betancur y el uruguayo
Sanguinetti no podían faltar dada su re putada solidaridad suramericana y democrática.
Julio María Sanguinetti, que se encontraba de visita oficial en Colombia,
arribó a la Paz en el avión presidencial de Bentancur y regresará a Montevideo
en el Tango de Alfonsín. El resto de las delegaciones extranjeras presentes
permanecen a nivel de embajadores o de embajadores extraordinarios.
Pese a no existir el menor
clima que haga presuponer acciones terroristas o desórdenes públicos, las
medidas de seguridad se han hinchado vertiginosamente. Los dos grandes hoteles
paceños donde se hospedan las delegaciones extranjeras están tomados por la
Policía Militar que pasea sus metralletas por lobbies, terrazas, ascensores y pasillos y la
Prensa boliviana e internacional destacada en El Alto, el aeropuerto paceño, se
retiró ayer después que la seguridad militar les midiera a todos las costillas
con sus blancas porras.
Fuera de todo el protocolo
del traspaso de poderes y de los actos subsiguientes por las fiestas patrias de
la independencia, el hecho destacable es la llamada telefónica del general
Bánzer a Víctor Paz Estenssoro, felicitándole por su elección en el congreso;
en un diálogo cordial, Bánzer vino a reconocerle como presidente y le instó a
un reencuentro nacional entre los bolivianos.
El general Bánzer, que habrá
sido un militar golpista, férreo dictador por siete años y responsable moral de
asesinatos y vejaciones sobre su propio pueblo, ya retirado de la carrera de
las armas, no parece un militarote elemental y sí un político de extrema
derecha, temible, que se ha tomado en serio su nuevo oficio. Excesivamente
confiado en el desagrado popular urbano por los excesos reclamatorios de la
izquierda, llegó a prometer en su campaña una nueva dictadura -esta vez
supuestamente democrática- y hasta una cirugía sin anestesia para arreglar los
problemas bolivianos.
Acatar la legalidad
Hugo Bánzer desarrolló una
tan malvada como excelente campaña opositora contra el Gobierno de Siles Zuazo
y se apresta a superarla y mejorarla contra Paz Estenssoro, con el añadido
moral de su primera minoría electiva guillotinada por las izquierdas en el
Congreso mediante pactos contra natura que sólo tenían por objeto impedir su
acceso al poder.En un extenso comunicado que publican todos los diarios Bánzer
reclama su triunfo en las urnas, pero acata la legalidad constitucional que le
ha privado de la presidencia en la votación congresual entre los tres primeros
partidos. "Lo más importante", aduce, "es el destino de Bolivia.
Cualquier sacrificio, cualquier renunciamiento personal y partidario se
justifica por el bien de la patria". Ha sabido tener la habilidad de
quedar como una víctima y como todo un señor de la política boliviana.
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