Desde el comic al cine la
apasionante historia del hombre invisible es que se ven las vísceras y la digestión.
Del presidente José Luis Rodríguez Zapatero vemos su úlcera de estomago pero
parece imposible contemplar su corporeidad. El Congreso destina todos los
miércoles al seguimiento del gobierno, y la última sesión, y ya van, ha sido un
ejercicio de espiritismo porque ni el hombre invisible y la mayoría de su
gobierno tomaron forma corporal. Incluso una de las ministras, imprescindible,
como la de Igualdad como Bibi Aido se ha marchado a Ruanda con su sequito a
indagar sobre los misterios de los
Grandes Lagos. Que Dios no se lo tenga en cuenta.
El hombre invisible ha
inventado el gobierno no gubernamental decidiendo lo que no existe y existiendo
sobre lo que no decide. Así reúne al Consejo de Ministros y acuerda recortes
presupuestarios que luego no se publican en el BOE, y después decide impuestos
suplementarios a quienes perciben rentas altas que deja para “las calendas
graecas”. El hombre invisible, fiel a su condición, sabe del café sin cafeína,
la hamburguesa sin grasas y la nada entre dos platos. Aprovechando la
presidencia semestral europea donde le tienen terror se ha marchado por ahí
dejando en el Congreso un holograma para que despache la terrible crisis que
estamos padeciendo. No está delgado es que se ha invisibilizado. Sólo le vemos
la mala digestión.
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