En la inmensidad de las Pampas se encuentran dos gauchos que
mientras toman mate hablan de bueyes perdidos. Uno cuenta un cuento de otro
paisano que perdió un caballo y para sobrevivir en tan espantosa soledad pinchó
con el facón a una vaca y se bebió la sangre hasta que llegó a la estancia.
Asuntos de las inmensidades australes. El presidente José Luis Rodríguez
Zapatero está pinchando a la vaca porque
se ha quedado sin caballo. Hace más de dos años negó la crisis porque
ignoraba su existencia, hoy tras haberle
puesto Ángela Merkel, una división acorazada financiera detrás de su
culo, han tenido que llamarle desde
Pekín y Washington para despertarle. Nuestro presidente es como aquel general
que no se rendía ante la evidencia y ha habido que empujarlo para que comprenda
los graves problemas del déficit en ésta grave situación económica que nos
encontramos. No es un político malo, es
un ígnaro, y eso no lo cura ni Jordi Sevilla en tres tardes. El líder de éste
nuevo socialismo resulta que hace las cosas demasiado tarde y mal. Y, además,
cuando debe recortar gastos deja tranquila a Bibí, a Corredor, a Trini,
hasta la Garmendia y le pone un esparadrapo a
funcionarios y pensionistas. ¡”Arriba parias de la tierra!”. Quiero volver a
ver a Leire Pajín levantando el puño y
cantando La Internacional. El cuento de los gauchos de la Pampa es que teniendo
los pies fríos, uno de ellos se cortó la
manta por la cabeza para colocársela en las piernas y terminó muriéndose de
frío. Zapatero, éste gran hombre que nunca vieron los siglos, grandísimo
talento y estadista para la Historia, no se sabe si pincha a la vaca o se
recorta el poncho. No nos queda otra cosa que hablar de bueyes perdidos
mientras se desparrama sobre nuestras cabezas la Cruz del Sur en la inmensidad
de la Pampa.
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