Josep Borrell, Secretario
de Estado de Hacienda, llevó al banquillo a la mítica Lola Flores por una deuda
fiscal de sesenta millones de las
antiguas pesetas. Borrell, hoy desaparecido en Europa, es un estatista y un jacobino que quería
ejemplarizar a la sociedad española. Lola era una analfabeta en términos de
tributos pero que dio de comer a toda su gente desconociendo lo que era la
declaración de la renta. Se vio en la necesidad de desprenderse de propiedades
adquiridas para “la familia” tras mucho esfuerzo y taconeo para evitar ingresar
en prisión. Tuve un lance con el entonces secretario Borrell pidiéndole como
periodista sus datos fiscales y por supuesto me los negó. Luego cuando
pretendía sustituir a Joaquín Almunia al frente del PSOE se destapó que amigos
suyos y delegados de Hacienda en
Cataluña, habían defraudado a las arcas públicas. Fuese y no hubo nada. Nunca
soporté el vasto folclore de la Flores que nunca me olió a jazmin sino a sudor
de hembra racial. Pero ya se sabe que el mejor amigo del hombre no es el perro
sino el chivo expiatorio.
En estos tiempos negros de silencio y
crisis hace falta un escándalo mediático y ésta vez le va a tocar a mi
aborrecida Isabel Pantoja. Verla en la cárcel por blanqueo de dinero podrá
satisfacer a la prensa del corazón y a sus adictas y quizás sea justo pero no
se compadece con todo el ganado de delincuentes de guante blanco que se saltan
con pértiga hasta las sentencias del Tribunal Supremo. Hacienda somos todos,
especialmente para aquellas que se dedican a la copla. Irrisorio.
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