Adolfo Suarez navegó como
pudo la marea del paro entre una terrible crisis petrolífera que nos doblaba el
espinazo. Felipe González soportó dos huelgas y media generales cuando Nicolás
Redondo le comunicó que las cosas no podían seguir así. Después de 20 años de
administración socialista sólo cabe pensar que a éstos les excita la tasa de
desempleo porque no paran de procurarlo. Hay gente pa´tó. Con el presidente José
Luis Rodríguez Zapatero intentar contratar a un sujeto es tarea de romanos. A
confesión de parte quiero hacerle un contrato de trabajo a una secretaria
ejecutiva y la Administración no me pone una alfombra roja y me besa los pies
sino que me coloca las cosas imposibles: debo poner miles de
euros para respaldar la empresa contratante, carezco de alivios fiscales, no
quieren firmar y me miran como si perteneciera de la Cofradía del Puerto de
Arrebatacapas. No hay problemas. Un puesto de trabajo menos para mayor gloria
de ZP y su chica rubia, y leptosomática
que le lleva la economía y para Cándido Méndez que cree que los sindicatos sólo
están para defender a los empleados, perspectiva reaccionaria donde las haya.
La reforma laboral no
consiste en echar gratis a los obreros como supone ésta
carcundia sino en facilitar el
acceso a los puestos de trabajo. Con ésta política misérrima sólo logramos más
de un 20% de parados, 1.500.000 de
mayores de 45 años que nunca volverán a trabajar y 1.300.000 de españoles en
cuyas familias están todos en el paro. Sólo nos queda una cosa: volverles a
votar. Como están ideologizados les molesta el pleno empleo. Que no se molesten
que han conseguido el pleno desempleo,
caldo de cultivo para la ingeniería social y esa República activa del filósofo Petit, más pequeño que su apellido y al que
solo entiende Zapatero.
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