Alguien ha dicho que
Moratinos ha sido el mejor ministro de Asuntos Exteriores de la democracia. Es
virtuosa la hipérbole ante quién se despide pero no faltar tan generosamente a
la verdad. Es posible que nuestro mejor canciller fuera Francisco Fernández
Ordoñez ( Lord Paco) si no le hubiera abreviado la muerte. Y Javier Solana posee la agenda internacional de contactos que
nadie tuvo en nuestra Historia. Moratinos hizo un buen trabajo como Embajador extraordinario de la Unión Europea apoyando el
enésimo intento de paz entre israelíes y
palestinos patrocinado por Bill Clinton y fracasado por la cobardía política de
Yasser Arafat. Tras un largo ministerio Moratinos no es muy conocido en París
(su esposa es francesa ), Londres, Berlín, Roma, Moscú, Tokio, Pekín, o en
Washington, y eso que somos doblemente aliados de EEUU por la OTAN y el Pacto
Bilateral. Le valoran más en Marruecos, Cuba, o el eje bolivariano. Como al
Presidente no le interesa la política exterior y aborrece viajar, nos hemos
quedado fuera del mapamundi. Trinidad Jiménez escala cargos ha medida que
pierde elecciones y si es derrotada un
par de veces más llegará a Secretaria General de la ONU. No basta una
deslumbrante sonrisa sino saber casar sutileza y firmeza. Cuenta con un
excelente cuerpo diplomático, pero hará lo que
mande el jefe porque mantienen un
agradecimiento mutuo irrompible. Lo
último de Moratinos es que su colega
israelí le ha dicho que se ocupe de los problemas españoles. Estamos a
dos velas: ni viene el Embajador marroquí ni se marcha el venezolano.
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