Tomás Gómez, aspirante a presidir la Comunidad madrileña, joya de la corona,
necesita darse a conocer ante una agerrida Esperanza Aguirre. Como Groucho Marx, salió de la nada para llegar a la más absoluta
miseria tras derrotar a Trinidad Jiménez sin debate televisivo,
y necesita más imagen para enfrentarse a
su contrincante. Para que Aguirre se sienta en su casa ofrece “Telemadrid “
donde los sindicalistas saboteaban los
informativos nocturnos de Herman
Terchst, vasco judío al que llaman nazi,
y EL 29-S pusieron en negro la televisora hasta para los dibujos animados. Los debates
mueven a la esquizofrenia:
teóricamente deseables tienen más trampas que una película de chinos.
En 1960 Kennedy ganó en televisión y
Richard Nixon en la radio; la imagen fue
todo. En nuestras pasadas elecciones generales
Pedro Solbes falseó los datos los datos ante Manuel Pizarro, y Zapatero
mintió por extenso ante Rajoy. Éste se hizo un lío con una niña y ZP se despidió
con un misterioso: “Buenas noches y buena suerte “, extraído de una película
sobre la caza de brujas. El debate es lo que le falta a Gómez para darse a conocer,
mientras Aguirre tiene más curriculum político que los ministros cesantes. El
debate entre ambos sería un gesto de magnanimidad de la Presidenta y la
negativa a eso tan hosco de que al adversario
ni agua. Gómez es un aventurero experto en perder el tiempo y ya ha traicionado a su jefe.
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