Escribe Amiel en su
divulgado “Diario para los adoles-
centes atormentados”, que si el hombre se equivoca constantemente, más o menos, sobre la mujer, es porque olvida que ella y él, no hablan una misma
lengua y que las palabras no tienen para ambos, el mismo peso y significado, sobre las cuestiones que afectan
a los sentimientos. Se conoce empíricamente
que los cerebros femeninos y masculinos funcionan de manera diferente,
ni mejor ni peor, sino transitando por diferentes interconexiones neuronales.
Pero el feminismo, se aferra a la falsa
teoría del cerebro unisex, que sumado al
parvulario exportado de EEUU acerca de aquello que se conoce como políticamente
correcto, sume a la masculinidad en la estupefacción. Por supuesto que Alfonso
Guerra posee mala leche verbal pero el de emplear:” señorita Trini ”
no lo descalifica en absoluto, pero sí
el de señorito. El hombre no apela al estado civil de la mujer, y si utiliza el
de señora por el estatus o su edad, con tanto respeto, es como usar el
diminutivo. Abrirle la puerta a una dama, dejarle el paso, acercarle a la silla, o servirle el vino y esperar que
ella se sienten primero, puede dar lugar
a escenas apocalípticas, donde las
feministas de “boutique”, alegarían no
ser tratadas como inválidas, pero cuando desde nuestra masculinidad, solamente se pretende halagarlas. Tampoco es
un intento de seducción sino la persistencia del atavismo de una de las funciones de la testosterona de las que el macho no
puede prescindir sin violentarse. Las Excelentísimas Señoras Ministras
Socialistas no están haciendo para nada política sino vainica doble.
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