14/10/10

LOS OLVIDABLES AÑOS CINCUENTA (14-10-2010)

Los años cincuenta fueron una sucesión de días grises, idénticos,  en los que no pasaba nada. Caía la noche en un piso interior donde se retrasaba la luz por las restricciones eléctricas. Las infraestructuras quedaron destruidas en 1939, y en 1945 la postguerra mundial nos excluyó del Plan Marshall de  reconstrucción europea y nos impuso sanciones económicas. El general Perón nos mandaba granos desde Argentina, pero no petróleo, y un fulano inventó un motor de agua para los escasos automóviles. Recuerdo  los de gasógeno arrastrando un hornillo donde se quemaba  madera con carbón. Había aduanas en las estaciones de tren para decomisar el estraperlo de alimentos  del campo a las ciudades, pero  mujeronas de negro arrojaban fardos desde las ventanillas antes de llegar a término recogidos por muchachotes en las vías. El día comenzaba cuando volvía la luz y la familia se arrebujaba ante la radio prendida como un altarcito con carcasa de madera. Días de radio. No hubiéramos sobrevivido sin ella. El parte, radioteatros, los culebrones de Guillermo Sautier Casaseca, los conciertos de tango, “Matilde, Perico y Periquín”, las voces que no se han olvidado  en cincuenta años, Boby de Glané y José Luis Pecker y ” Radio España impenitente” que rebatía a la comunista ”Radio España independiente”   ( o Pirenaica que emitía desde Praga y para  la que siempre era inminente la huelga general política. La tuberculosis hacía estragos y la sierra madrileña se pobló de sanatorios que hoy subsisten transformados en apartamentos. He visto hombres caer en la calle por el hambre ante el comentario pudoroso que aludía a la epilepsia.  Como mi padre, ciego y cojo del bando republicano, no fumaba,  trocó su cartilla de racionamiento del tabaco por otra de comida a un empedernido fumador del mercado negro. Tuve que marchar, como interno, a la Universidad Laboral ”José Antonio Primo de Rivera”  ( donde Alfonso Guerra  me dio Dibujo Técnico) y el tren tardaba dieciséis horas en llegar a Sevilla. En Despeñaperros,  la locomotora marchaba a paso de hombre de la que ya estábamos  ennegrecidos, sino ascuas ardientes que no excusaban a los pasajeros de  estirar las piernas por la trocha ajenos al asma del monstruo.

Las cosas empezaron a cambiar gracias a la guerra fría y la llegada de los americanos. Empezamos a entenderlo por la leche en polvo, la “Coca Cola”, el “Reader Digest” y la “Mecánica Popular” en los kioscos, y, sobre todo la penicilina. Llevando a mi padre a tientas  recorríamos los cinturones rojos de Madrid hasta dar con “Chicote” que es donde la vendían entre las prostitutas de lujo que no sabían  lo que eran. A los americanos no se les veía, pero una noche regresando de una farmacia de guardia con un remedio para mi madre, tuve una visión: de un gigantesco descapotable bicolor, descendía una dama con la espalda descotada hasta la rabadilla ayudada por dos caballeros con smoking. Por primera vez contemplé el lujo y ya siempre tuve problemas para ser antiyankee.

Juan Eslava Galán, doctor en Filosofía y Letras, historiador y  multi premiado,  novelista, escribe para Planeta “De la alpargata al seiscientos “  con el sentido del humor que caracteriza a buena parte de su obra. Consuelo de jubilados congelados e imprescindible para parados universitarios de 25 años. Cuando las suecas exhibieron sus bikinis en nuestras playas, un lugareño, que no había visto nada igual pellizcó a una turista en la nalga para comprobar que aquello era verdad. La propia lo denunció a la policía y como el delito o la falta se había producido en jurisdicción  marítima, la Armada recabó el caso para sí, y hubo que mover cielo y tierra para evitarle un consejo de guerra a aquel gañan. Aún Franco no había muerto, pero ahí comenzó la transición.

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