Leyendo los tratados sobre el arte de la guerra desde, Sun Tzu, era
pronosticable que el conflicto de Libia se enquistaría. Lo reconoce la OTAN
pidiendo a sus aliados la prolongación indefinida del esfuerzo. Para cualquier
general “ indefinido “ es sinónimo de estancamiento. Hace bien
Gaspar Llamazares no votando la
prolongación indefinida de la guerra “
ad calendas graecas “ pero no porque se
trate de una agresión imperialista sino porque las guerras no se ganan desde el aire, con la excepción –tecnológica
de Hiroshima y Nagasaky. La última intervención israelí en Líbano fue un
desastre porque su jefe de Estado Mayor era un general de la Fuerza Aérea y se
impuso el absurdo militar de acabar con
Hizbulá bombardeándola. Tras causar innecesarias destrucciones masivas fue preciso
meter al Ejército para sacar a los terroristas de entre los escombros como
extrayendo caracoles con pincho. La guerra, como la democracia, no tiene
apellido, y no existe el belicismo
humanitario. Para la Ministra de Defensa hemos salvado miles de vidas civiles.
Y limpiando el cielo libio hemos contribuidos a matar a otros miles de
gadafistas o que pasaban por allí. El
desierto costero entre Túnez y la frontera egipcia es un teatro de operaciones
muy conocido desde la Segunda Guerra Mundial y no es controlable desde el aire.
Habría que instruir y equipar al ejército de Pancho Villa
que opera desde Benghasi para
poder entrar en Trípoli. La OTAN sólo
juega a la ruleta de matar a Gadafi por casualidad y eso no es una operación
castrense sino un magnicidio. Que contraten sicarios. La guerra civil española
duró mil días: ¿ aguantará Europa tres
años bombardeando libios ?. Hay que intervenir por tierra en Cirenaica.
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