Batte Mildred, conocidísima actriz y caricata estadounidense. Vivió unos años
enganchada al alcohol, viéndosela ebria
en público, y muchos más en la más rigurosa sobriedad. En un restaurante de
Hollywood la pata descolada de una silla la hizo caer al suelo, y un
chismógrafo publicó en su tabloide sensacionalista, que la estrella estaba
borracha. Tuvo que invertir la carga de la prueba y demostrar que el asiento
estaba roto, que era abstemia y presentar una carretada de informes médicos y
testigos que la avalaron, logrando que
el gacetillero y su publicación la indemnizaran con varios millones de dólares,
dado el daño causado a su carrera. Otrosí de Rock Hudson o Montgomery Clifft o
Burt Lancaster cuya homosexualidad era
conocida en toda California pero ningún medio se atrevió a airear su condición
sexual. Al diestro José Ortega Cano en estos momentos lo están
crucificando mientras se encuentra
indefenso en una Unidad de Cuidados Intensivos, al filo de la muerte, en manos
de unos descuartizadores profesionales armados de rumores y eso tan
periodístico que me contaron que
alguien oyó lo que le dijo otra fulanita
que a su vez le había contado otra menganita. La alcoholemia es una
enfermedad y la homosexualidad una
opción sexual y ambas están amparadas por la más estricta intimidad y a la
propia imagen de aquel que decide contarlo. Si el torero saliera de su trance,
Dios lo quiera, puede ingresar en la Trapa por todo lo que se ha dicho y escrito con la máxima
publicidad. Lo que algunos están haciendo con éste hombre se conoce como
asesinato civil, propio de rufianes que desprecian el código deontológico periodístico
donde el rumor no es noticia, ni siquiera
la antesala de un hecho
noticioso.
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