Marco Panella, el grandote
y atractivo dirigente del Partido Radical Italiano, me decía sobre su pacifismo
que “ violencia ni en la cama “,
aludiendo a que ni en los espasmos amorosos se puede tolerar un exceso sobre el
otro, y es que la violencia no deja de
tener un cierto parentesco con el miedo. El “Mahatma “ ( Alma Grande ) Gandhi,
tan olvidado, dio una vuelta de tuerca a la protesta con su Satyagraja: la
resistencia pasiva, no violenta, que le había inspirado en su correspondencia
León Tolstoi, abrevada del Talmud y su “ Es mejor figurar entre los perseguidos
que entre los perseguidores “. Todo muda y las manifestantes del no a la guerra
están optando por la resistencia activa, tomando las calles permanentemente,
convirtiendo en un circo las tomas de posesión en los diferentes municipios (
siempre en los que ha ganado el PP ) o afrentando al Alcalde madrileño Alberto
Ruíz-Gallardón y su familia cuando sacaban
de noche a pasear al perro. Tras unas elecciones como las últimas, tan
contundes como unas generales, se supone que las aguas se amansan porque la verdadera jornada de reflexión es la posterior y no la antecedente. Parte de
la izquierda, lo que en la jerga oportunista del PSOE llamarían “ izquierda
extrema “, deriva hacia el estacazo y el dicterio, la coacción y la turbamulta,
olvidadas las flores y las bellas palabras. Como el Ministerio del Interior está
vacante, entregado Alfredo Rubalcaba a
más duros menesteres, es lógico que se produzcan grietas en el orden público que alteran
movimientos sociales ajenos a los parados, únicos con derecho a perder los
papeles. Si hay dejación interesada de responsabilidades que recuerde la
dirección socialista que el desorden siempre vota a la derecha
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