El 22 de noviembre de 1963 en el “Air Force One” estacionado en
Dallas reinaba el caos. El Fiscal Robert Kennedy atropellaba indecorosamente al
Vicepresidente Lindon B. Johnson como si fuera transparente, dividiéndose el
séquito en bandos rencorosos, pero finalmente se impuso la urgencia de la
cordura y el odiado texano juró en el avión ante la viuda ensangrentada. En
mayo de 1989 el Presidente argentino Raúl Alfonsín perdió las elecciones que
había adelantado seis meses para librarse de un golpe de Estado económico que
devaluada el austral por horas. En el Cono Sur los plazos legislativos son
alambicados y Alfonsín y el electo Carlos Menem adelantaron siete meses la
entrega de poderes comprometiéndose por ese tiempo a suscribir los radicales
cualquier acuerdo económico-social presentado por la Casa Rosada. Creeremos que
tras la votación llegó la calma pero es
la tempestad la que azota al Presidente electo. Ha de ser Moragas y su gente
quienes asisten sus comunicaciones internacionales mientras en La Moncloa el
Pato Cojo utiliza los sistemas de videoconferencia y traducción simultánea para
vigilar las obras de su chalet en León.
Dentro y fuera a Mariano Rajoy se le exigen acciones inmediatas pero no puede
firmar en el B.O.E., ni aun fiarse de una Elena Salgado que se equivoca en un
40% en sus previsiones económicas, y si necesita un avión oficial habrá de
suplicarlo. El Pato Cojo o Presidente en funciones tiene hasta la chequera y el
Presidente electo es un mendicante. Si la Constitución la hemos atajado dos
veces para reformarla sin referéndum habrá carreteras secundarias para no
investir a Rajoy el día de la Lotería o en Nochebuena. Sobran gravísimas
razones imperativas para que el Pato Cojo desaloje ya el corral. El Rey
prooverá, aunque Jaúregui es leptosomático.
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