Gracias a Dios Grecia y España somos socios en la UE y la OTAN,
estamos en antípodas mediterráneas y no tenemos ningún contencioso, porque los
destruidos helenos son una potencia militar que nos pondría en serias
dificultades. Grecia es el país europeo que más gasta en armamento, invirtiendo
un 4,3% de su PIB (rebajado ahora a un 3,2%) frente al 1,1% de España. El
pasado viernes el eurodiputado Daniel Conh Bendit, pasado del mayo francés al
ecopacifísmo, atronaba a sus colegas con la hipocresía francoalemana que con
Papandreu con la mano en el pomo de la puerta había firmado la compra de otros
11 submarinos alemanes de ataque y hasta 30 cazabombarderos franceses. Que un
país de 11 millones de habitantes tenga cien mil soldados bajo las armas y
150.000 reservistas o está en peligro inminente, lo que no es el caso, o tocado
de militarismo. Aparte de otros mil carros, Atenas dispone de 900 “Leopard”, un
blindado alemán pequeño, rápido y letal. Entre las unidades navales destacan 8
submarinos y 17 fragatas y corbetas. Se completan con 50 “Mirage”, 54
“Phantom”, 150 “F16” y una inacabable lista de aparatos y misilística. Un supermercado armamentístico del que se
benefician franceses, alemanes, estadounidenses y comisionistas griegos. Al
Gobierno heleno se le presta para que haga estas compras que han de pagar sin
que exista ninguna quita ni mora. Hay que dejar a un lado la demagogia: aunque
los griegos, como los costarricenses, abolieran sus fuerzas armadas seguirían
quebrados, pero seguir alimentando la tensión grecoturca para mantener a esta
tropa causa vergüenza ajena y descompone la estética del sufrimiento. En el
paso de las Termopilas bastaron 300.
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