El ministro del Interior (UCD) Juan José Rosón, el bueno, gastaba
una voz cavernaria propia de “Queda usted detenido”, y así le embromábamos los
periodistas. Su colega del PSOE, José Luis Corcuera, el malo, por ahí le andaba
en la tonada aunque más chirriante y alborotadora. Se nos había olvidado que en
España los ministros del Interior adquieren facciones, voz y ademanes propios
de la imaginería del cargo, y en la velada de los candidatos cerrabas los ojos
y veías-escuchabas a Rubalcaba en un sótano de interrogatorios, en mangas de
camisa, sudoroso, apremiando a “El Cuco”: “Contéstame; ¿dónde está el cadáver
de Marta?”. Rubalcaba es un “Jóker” del PSOE, un comodín diablesco y
saltimbanqui, cuyo inconmensurable talento es una leyenda urbana, como la
solidaridad de Elena Valenciano omnipresente en cargos y empresas dados a los
demás, comenzando por ella misma. La pareja del año no entendió en el debate
que adoptando el papel de periodista, de interrogador, de indagador, te
subordinas, porque el que tiene algo que revelar está subido a un escabel y te
mira suficiente porque posee algo que tú no tienes y deseas. La estrategia de
la pareja de perillanes acumulando mentiras, insidias y juicios de intenciones
para que Mariano Rajoy dijera lo que no había dicho, fue propia de policías
novatos y chulescos. Luego el faltón malencarado movía a la ternura cuando
proponía pedir a Bruselas una moratoria por la deuda y al BCE menos tipos de
interés cuando acaba de bajarlos. La maldad del fauno y la ingenuidad de la
doncella. Las pétreas mentiras de Zapatero en el último debate eran preferibles
al pobre equipaje de este Rubalcaba que no da la medida ni para jefe de la
Oposición
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