El presidente electo de Argentina, Raúl Alfonsín,
se entrevistó el miércoles en la residencia presidencial de Olivos con el
todavía jefe del Estado, teniente general Reynaldo Bignone, en su primer
contacto con el actual poder ejecutivo. El principal objeto de la entrevista
fue garantizar la promulgación de una ley de ministerios que permita al
radicalismo, crear algunas nuevas carteras, imprescindibles ante los nuevos y
atípicos problemas del país.
Alfonsín,
su Gabinete in péctore y una multitud de asesores permanecen
desde hace dos semanas recluidos en varios pisos del hotel Panamericano, en
Buenos Aires. En una joyería relativamente próxima se exhibe el bastón
presidencial que recibirá el día 10 en el Congreso.Uno de los ministros
radicales interrumpió hace tres noches sus trabajos para cenar con un
representante de EL PAÍS. Un amigo le acercó en su coche hasta el lugar de la
cita con un cartapacio cargado de papeles. Fueron precisos denodados esfuerzos
para que no sufragara su parte de la cena, y tras la charla marchó a pie, solo,
con su traje arrugado, sin escolta, hasta su domicilio. Es el talante
radical. El anciano presidente Illía abandonaba dos veces al día su
despacho en la Casa Rosada: a media mañana para tomar el sol en la plaza de
Mayo y desmigar pan a las palomas, y por la tarde para tomar un té en la
confitería Richmond, solo y sin protección.
"¿Viene
algún científico en el séquito del presidente González?", fue su primera
pregunta. Para el ministro era importante que España apoyara a Argentina en
ciertos temas. Estimaba como fácil una comprensión nuestra para renegociar la
deuda externa argentina con España, y difícil que nuestro Gobierno pudiera
introducir elementos de generosidad en la Comunidad Económica Europea hacia
Argentina en particular y Latinoamérica en general.
Recuperar imagen
Esperaba
apoyo español para recuperar la imagen de Argentina en Europa, destruida por la
barbarie de las juntas militatres, y ponía énfasis en una estrecha relación
cultural. "Teníamos que estar haciendo coproducciones cinematográficas y
televisivas a tope", afirmaba.Aún más interés mostraba por la ayuda
española para que Argentina recupere su patrimonio intelectual exiliado.
"Con Francia estamos a punto de lograr un acuerdo parecido al que
quisiéramos con España: un plan de ayuda y asistencia para que nos manden de
regreso a los científicos, los médicos, los ingenieros, los intelectuales,
exiliados allí y que temen el regreso, que nos serían utilísimos. Algunos ya
han sufrido hasta dos exilios y tienen allí su vida organi.zada, y pese al
entusiasmo por la democracia recuperada son renuentes a otro regreso. Nos
bastaría con que durante uno o dos años al menos se les garantizara en España
el puesto de trabajo".
Desdichadamente,
las informaciones sobre los armadores españoles que hacen faenar sus buques en
aguas de las Malvinas con licencias británicas son ciertas: en puertos no
españoles se estiban vil tuallas, armamento, munición y gasolina con destino a
las tropas acantonadas en las islas. Los argentinos no entienden muy bien cómo
el Gobierno español no puede negociar de alguna manera con estos armadores para
impedir al menos que no contribuyan al abastecimiento rnilitar de la base
británica en las islas.
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