El jefe del Gobierno español, Felipe González, ha vuelto a tener en
Buenos Aires el éxito personal que compensa los errores de su diplomacia.
Problemas de celos de otras mandatarios fueron los responsables de que la
cumbre ideada por el presidente del Gobierno quedase devaluada a una cena fría.
Días atrás traspasó los televisores de los argentinos en una
prolongada entrevista difundida por el canal estatal en sus horas de mayor
audiencia, y desde su deje andaluz, próximo a las cadencias porteñas, a su
credibilidad natural, su sencillez y su oferta abierta de apoyo al pueblo
argentino, movió la simpatía de este pueblo.Fue un trabajo fácil por cuanto
Felipillo (para mí sigue siendo un misterio tal apelación argentina), ya era
una personalidad querida y aceptada de antemano.
Hoy el presidente
español tenía previsto entrevistarse largamente con Raúl Alfonsín y con el
vicepresidente norteamericano, George Bush, argentino. En la agenda de este
último encuentro había dos grandes temas: la situación en Centroamérica y la
ayuda a Argentina para refinanciar su enorme deuda externa. Ya en la noche
argentina (madrugada española) se habrá celebrado la cena fría en la Embajada
de España, que reunirá a algunos o a todos -es aún imprevisible- los líderes
políticos europeos y suramericanos presentes en Buenos Aires. Parece que la idea
primigenia de Felipe González fue lograr una suerte de declaración de Buenos Aires en apoyo de la democratización del Cono Sur,
patrocinándola como presidente español y vicepresidente de la Internacional
Socialista. A tenor de algunos diplomáticos españoles, la oportunidad, por lo
demás plena de idealismo, quedó frustrada al despertar los celos de otras
socialdemocracias europeas.
Los celos que tal cumbre hubiera podido despertar entre los radicales
argentinos habrían podido ser disueltos fácilmente ante la grandeza de ánimo de
Alfonsín y de González, que, como resulta obvio, no están ahora mismo por
trapichear con éxitos electorales a costa de los problemas argentinos.
Ni el uno ni el
otro precisan de tales trucos en estos momentos. Pero lacumbre de Buenos Aires, que fue un propósito cierto,
ha quedado devaluada a una cena fría por algo más que por la temperatura de los
fiambres. De una parte, por un despreciable problema de celos por parte de ciertos mandatarios hacia Felipe
González, y de otra parte, por las remotas consecuencias de nuestra equivocada
política hacia América Latina. Al menos para los argentinos, España es algo así
como la santa esposa a la que se llena de elogios y consideración, e Italia,
Francia, Reino Unido (hasta las Malvinas), la amante a la que se colma de
regalos e ilusiones.
Todo ello, al
margen de los problemas inherentes a nuestra no participación en el Mercado
Común y nuestros propios contencios,os con el Reino Unido. Bettino Craxi,
primer ministro italiano, se ha presentado en Buenos Aires con una carta
personal de Margaret Thatcher para Raúl Alfonsín e intentará lograr la
mediación con todas las posibilidades ventajistas que no puede esgrimir nuestro
presidente.
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